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El Chiapas que queremos

Chiapas
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Errónea y reiteradamente se dice que Chiapas es un Estado pobre. Y en realidad, si se analizan las estadísticas sociales de la entidad, seguramente se va a llegar a la conclusión de que Chiapas es un Estado pobre. Sin embargo, el territorio chiapaneco posee una gran riqueza que ha sido mal explotada y además históricamente ha sido mal gobernado y lamentablemente no se ha tenido la capacidad de constituir un sector emprendedor que desarrolle las fuerzas productivas.

 

El rezago social que padece la entidad es estructural y para revertir sus males es necesario tomar decisiones que alteren las estructuras sociales y agrarias, y con ello dar un vuelco a las formas tradicionales de organización y del ejercicio del poder que prevalecen en gran parte del territorio. Dicho en otros términos, la entidad dista mucho de ser una sociedad moderna y la modernidad no se puede construir de un día para otro y menos sin enfrentar una serie de conflictos orquestados por los sectores tradicionalistas, que se van a resistir al cambio y a la pérdida de sus privilegios.

Chiapas tiene un rezago social, pero este mal no viene solo. También es una sociedad desinformada; tiene una pobre o inexistente vida democrática; el nivel educativo en la población es preocupante; la cultura política de los chiapanecos es limitada; hay muy poca inversión productiva; hay poca generación del empleo; hay una precarización de los salarios y no existe una clase económica emprendedora, con visión de futuro y con ideas progresistas.

Chiapas vive el subdesarrollo típico de una sociedad rural y tradicionalista, en la que prevalecen formas de pensar del medioevo en pleno siglo XXI. Transformar estas condiciones se requiere de un gran esfuerzo colectivo y para ello se requiere de un gran pacto entre amplios sectores de la sociedad, en donde haya una firme y clara coincidencia en la que Chiapas y los chiapanecos merecemos un mejor futuro.

El proceso electoral podría ser un buen motivo para tratar de reencauzar el destino hasta ahora construido para Chiapas. Desafortunadamente, el mal manejo de la política en Chiapas, en el que desde el gobierno se alentó y promovió el adelanto de los tiempos electorales, con aspirantes a la gubernatura con actos adelantados de campaña, además de la intención de copar a todos los partidos con candidatos a modo por el gobernador, canceló la posibilidad de un cambio en la entidad y se corre el riesgo de que la polaridad producida por tantos candidatos en campaña fracture aún más las frágiles condiciones políticas de la entidad, lo que hace suponer una multiplicación de los conflictos y una crisis mayor de gobernabilidad a partir del 2019.

Estos presupuestos no son aventurados; sobre todo porque la entidad vive una severa crisis económica y social, en el que 8 de cada 10 chiapanecos viven en la pobreza y la pobreza extrema, situación que se complica y a la vez se alimenta por la pérdida de legitimidad del gobierno, que acentúa la desconfianza y acota la credibilidad hacia el gobierno y la clase política. Por ello la preocupación central no está en los resultados electorales del 2018 sino cómo vamos a construir condiciones básicas para la convivencia social en el 2019 y los años siguientes.

El futuro no es nada halagüeño para Chiapas si las cosas siguen igual a como están ahora, por ello resulta necesario visualizar de manera optimista, que aún es posible construir un proyecto que cambie el rostro de pobreza y desigualdad social para Chiapas, pero esto no puede ser posible con una ciudadanía pasiva y conformista, lo que implica que un nuevo proyecto para Chiapas debe buscar una sociedad cada vez más participativa, en el que pueda opinar sobre cuál es el Chiapas que queremos, en el que se busque la mejora de la vida pública y la reducción de los proyectos personales que hoy se encuentran definidos y que no aportan beneficios a la convivencia ni a la paz entre los chiapanecos.