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DE PARTIDOS A MOVIMIENTOS

Columnas
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Puede afirmarse que a partir del primero de julio México ha pasado de un sistema de partidos a un sistema de movimientos. ¿Cual es la diferencia? Los partidos políticos poseen militancia y disciplina y pueden distinguirse entre el militante, el simpatizante y el electorado ocasional que coincide con algunos aspectos de su plataforma o candidatos. Al mismo tiempo el partido es una organización permanente y posee documentos básicos que le imprimen doctrina y estructura, siendo además adaptativos a los cambios para poder continuar con otras generaciones, pudiendo en su caso hacer alianzas tácticas con otros institutos políticos sin perder con ello su identidad.

 

El movimiento en cambio es aún un hecho insólito, pero común en América del Sur. Se une en torno a una figura política; atraviesa temporalmente las líneas partidistas de todas las corrientes ideológicas; su objetivo es el poder y está integrado por múltiples fracciones coincidentes en la cita electoral, por lo que si pierden la elección presidencial las fracciones que alcanzaron alguna cuota de poder la negociarán con la dominante, pero en caso de ganar las fracciones representan un mosaico muy complejo de integrar como un todo, pues responden no sólo a dirigencias e intereses diferentes, sino que no pueden ser administradas bajo el esquema que le imponen a sus militantes los operadores partidistas.

Hagamos un breve balance de lo que hoy representa MORENA: 53% de la votación presidencial; 42 % del voto por Diputados y Senadores, lo que le ofrece una amplia mayoría del 50 % en ambas Cámaras; 5 gubernaturas y avances muy significativos territorialmente, pues el único estado donde no se impuso fue en Guanajuato. Todo esto nos habla de un poder significativo pero insuficiente para un cambio constitucional, aunque hay que reconocer con un aparente  capacidad de maniobra. La dificultad principal en el ejercicio del poder es que no pueden actuar como una unidad de propósito y de mando lo que entorpece constantemente la gestión por las diferencias profundas entre las fracciones que terminan debatiendo entre sí y se disputan el favor  del líder que encabeza el movimiento.

Todas las experiencias de este tipo terminan por lo regular en grandes confrontaciones internas: el peronismo en Argentina, donde las fracciones de la llamada izquierda y derecha peronista se repelen; la llamada Unidad Popular de Allende en Chile, que fue todo menos Unidad, lo que impidió cualquier resistencia al golpe militar de Pinochet, además del caos administrativo que generó. La lucha fratricida que se desató en Colombia a partir de 1948 con el Bogotazo debido al asesinato de Gaytán. Getulio Vargas, Tancredo Neves y Lula Da Silva en Brasil. Rafael correa y su movimiento País fuente, hoy en día de profunda división interna  Dicho en otros términos, la política de movimientos está profundamente ligada a los híbridos ideológicos  que genera el populismo, que impulsa una línea de masas, sin un planteamiento programático que lo oriente en dirección a futuro, entendido este último como la negación del pasado y del presente y no repetición de lo mismo.

En el caso de MORENA me da la impresión que la gente piensa que esa mayoría aplastante que borró  a la partidocracia y dejó a todo ese conjunto a punto de su desaparición y con fisuras enormes en su estructura, de la cual no podrá recuperarse, al menos en el corto plazo, pues antes requiere del desgaste del movimiento que ha llegado ahora al poder, lugar donde sin duda reinará la indisciplina, el nulo control de las dirigencias y eso ya lo vemos en el caso de Puebla, donde la dirigente de MORENA ha terminado descarrilando la elección frente a una oposición vencida que de inmediato reconoció el triunfo de ellos.

Por esa razón esos movimientos no se consolidan como partidos y terminan en luchas internas; reorganizándose para cada elección; con ausencia de mecanismos de control; carencia de autoridad mediadora, pues todos tienen sus propios intereses y desean que avancen bajo la voluntad del líder. Pero lo más importante, llevan consigo una sobreoferta política que el electorado les demandará de inmediato y que supera la capacidad institucional. Todo lo anterior genera una organización altamente indisciplinada que al momento de que se rutiniza el carisma no encuentra punto de unidad. Al mismo tiempo es ahí donde el líder cobra su dimensión humana y sus limitaciones se muestran, pues si bien para ascender al poder se requería de un discurso incendiario, para mantenerse es indispensable moderarse antes que los reclamos le alcancen por todos los frentes.

Recordemos al mismo tiempo que AMLO criticó la figura presidencial y la ciudadanía se mostró irreverente ante este cargo. Hoy las “benditas redes sociales”, que coinciden invariablemente en contra, pero que no aglutinan a favor de nada, seguirán siendo la fuerza lapidaria, que muestre al igual que durante el Maderismo,  donde tan solo la caricatura política destruyó la imagen de Madero y su familia. El bumeran retorna y adquiere su debida fuerza gracias a su diseño aerodinámico y será el momento en que tengamos que reconocer que la partidocracia ya no es solución, pero será el momento en el que una nueva generación surja y liquide a ambas, de otra forma quedaríamos presos como estatuas de sal en el pasado, pues pretender poner el orden en el caos manteniendo una falsa unidad se llama dictadura.

Recordemos, después de Madero surgieron los sonorenses: Álvaro Obregón, que de agricultor pasaría a ser la figura militar más importante de la revolución. Calles y De la Huerta que de maestros rurales llegarían a la presidencia y finalmente un joven michoacano, que de ayudante de tipógrafo sería el que consolidaría el presidencialismo mexicano llamado Lázaro Cárdenas. Esa hora es la que espero, más allá de la resistencia de la burocracia a su traslado masivo a provincia; de los enfrentamientos internos y externos; de las presiones internacionales de todo tipo; de la escalada de violencia que sigue viviendo el país y entonces tendremos que enfrentarnos a la realidad siempre cambiante y compleja de un mundo globalizado que quiere detenerse, pero donde las fuerzas que impulsan el cambio ya están presentes  y nadie las podrá contener.