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PLAN KUSHNER: UN ESTADO PARA ISRAELÍES Y PALESTINOS, PERO SIN IGUALDAD DE DERECHOS

Columnas
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La llamada “solución de dos estados” está a punto de recibir el tiro de gracia de manos de Jared Kushner, el yerno de Donald Trump.

Establecida como objetivo de los Acuerdos de Oslo de 1993, plantea que, en los territorios palestinos hoy ocupados por Israel, sea erigido un estado palestino soberano que coexista en paz y colaboración con el de sus vecinos judíos. La “solución” alternativa es que ambos pueblos convivan dentro de un solo Estado, en igualdad de derechos.

Kushner ha anunciado que en junio dará a conocer el “acuerdo del siglo” (“deal of the century”), con el que el gobierno de Trump espera convencer a todos los involucrados y dar por terminado el conflicto.

Por lo que se ha filtrado, su propuesta es abandonar la primera opción e impulsar una nueva que se parece a la segunda, con una importante salvedad: los palestinos no tendrían igualdad de derechos, pues no serían considerados ciudadanos del país en el habitarían, sino que gozarían de algún grado de autonomía.

Antes de su presentación, el acuerdo del siglo ha sido rechazado de plano por los palestinos, los países árabes y la Unión Europea.

Pero la Autoridad Nacional Palestina (ANP, una entidad burocrática no soberana, creada en Oslo para administrar los núcleos urbanos palestinos) está a punto de la ruina económica, porque Israel controla su principal fuente de ingresos (los impuestos de palestinos que trabajan en ese país y los que se cargan a las importaciones) y, desde febrero, el gabinete de Benjamin Netanyahu votó por congelar gran parte de esos recursos.

Los observadores han advertido que esto empuja a la ANP al colapso, lo que crearía un vacío que tratarían de llenar los sectores políticos israelíes –encabezados por el primer ministro Netanyahu– que exigen la anexión de Cisjordania (94% del territorio palestino).

De ocurrir así, no haría falta que nadie firmara el acuerdo de Kushner: en su aspecto principal, se materializaría por la vía de los hechos.

Trabajos sin ciudadanía

La “solución de dos estados” despejaría la pesadilla de muchos israelíes: que el crecimiento demográfico de los palestinos, que es mayor, convierta a los judíos en minoría.

Actualmente, dentro de sus límites reconocidos internacionalmente, 4 de cada 5 ciudadanos son judíos. Pero no ocurre igual si se toma en cuenta todo el territorio al oeste del río Jordán, el que sueñan con ocupar los anexionistas: hay 6.9 millones de judíos y 6.5 millones de palestinos, según un informe difundido por el ejército el año pasado, que dio la alerta de que en 15 o 20 años, esta brecha se cerraría, para pasar después a favorecer a los árabes.

Si todos formaran parte de un solo estado, con los mismos derechos, unas elecciones democráticas podrían producir una mayoría parlamentaria palestina e incluso un primer ministro palestino, antes de 2040.

Además de descartar la “solución de dos estados”, el “acuerdo del siglo” impediría que se produjera tal escenario, de acuerdo con los datos dados a conocer por The Washington Post, con base en funcionarios estadunidenses que participaron en la redacción del plan de Kushner.

A falta de reconocer la soberanía de los palestinos sobre los territorios ocupados, Kushner les ofrecerá empleos.

“Se han probado nuevas y diferentes formas de llegar a la paz”, dijo en el evento Time 100 Summit, de la revista Time, el 24 de abril. “La solución de dos estados fracasó”, por lo que la alternativa es una autonomía limitada que se enfocará en “darles beneficios económicos” a los palestinos y en garantizar la seguridad de Israel. “Lo que hemos hecho es diseñar una solución realista y justa para estos asuntos aquí, en 2019, que le permitan a la gente vivir vidas mejores”.

De esta manera, la soberanía sobre la totalidad del territorio le sería reconocida a Israel, que mantendría así el pleno control de la seguridad y las fronteras, y tendría libertad para continuar apropiando tierras palestinas para construir asentamientos judíos, como ha venido haciendo, pero con el reconocimiento de las leyes internacionales que hasta ahora no ha obtenido.

Los palestinos no tendrían Estado propio ni derecho a votar ni ser votados en el Estado del que formarían parte. Pero se establecerían zonas industriales en los territorios vecinos de Jordania y Egipto: no tendrían ciudadanía, pero sí trabajos.

Locomotora de la anexión

Los palestinos no quieren ni oír hablar de la idea. Ya no hablan con Netanyahu, a raíz de que las grandes unidades habitacionales judías no han dejado de crecer en Cisjordania, y ya han partido ese territorio en dos.

Tampoco con el gobierno de Trump, que ha revertido la política de Estados Unidos a favor de la solución de dos estados y ha hecho concesiones violatorias de la legalidad internacional, como el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel (con el traslado de su embajada desde Tel Aviv) y de la anexión de los altos del Golán, que fueron ocupados a Siria en 1967. Los partidos palestinos ya han dado por muerto el proceso de paz.

Pero las cosas no pintan nada bien para ellos. El 25 de abril, la ONU emitió un reporte que advierte sobre “retos financieros y políticos sin precedentes” que penden sobre la Autoridad Nacional Palestina: una gran crisis económica humanitaria se combina con crecientes urgencias humanitarias, lo que “amenaza la estabilidad de Cisjordania y la propia supervivencia del esfuerzo por construir un Estado palestino”.

En febrero, el gabinete israelí decidió congelar la transferencia de 138 millones de dólares en impuestos a la ANP, la cual, como protesta, respondió rehusándose a recibir la totalidad del dinero que debía transferirle Israel, y que cubre dos tercios del presupuesto de la Autoridad.

Además, el gobierno de Trump ya había cancelado 200 millones de dólares en ayuda para los palestinos. Los 100 millones con los que se han propuesto contribuir los países de la Liga Árabe apenas parcharán uno de los grandes hoyos abiertos.

Bajo un protocolo acordado en París en 1994, se estableció que Israel cobrara los impuestos a nombre de la ANP, mientras se creaba el Estado palestino que pudiera hacerlo por sí mismo.

Dado que la ocupación y la corrupción han impedido que se establezca un sector privado relevante, la región depende de los sueldos que paga la ANP, que ahora están siendo recortados por orden del presidente Mahmoud Abbas.

Si esto no se resuelve pronto, advierte el Banco Mundial, la economía palestina empezará a encogerse, se desatará el desempleo y muchos jóvenes serán reclutados por los grupos armados.

Los observadores creen que esto podría conducir al colapso de la ANP y a que Israel invada la llamada zona A de Cisjordania, bajo control de una policía palestina que ya no existirá.

La prensa israelí reporta que el 28 de abril, Netanyahu y su ministro de finanzas se reunieron para analizar escenarios. No hay señales de que hayan decidido dar su brazo a torcer y descongelar las transferencias a los palestinos.

Ya que, tras su victoria en las elecciones del mes pasado, Netanyahu está formando un nuevo gobierno todavía más a la derecha del que tenía, es probable que decida hacer buena su promesa de campaña de anexionar los asentamientos judíos en Cisjordania. O la totalidad del territorio.

Netanyahu “encendió la locomotora de la anexión con el congelamiento de la ayuda (los impuestos) e hizo un llamado de ‘todos a bordo’ cuando le dio su apoyo a la idea”, escribió David Rosenberg, analista del diario Haaretz. “El tren está saliendo de la estación”.