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LA IGLESIA Y EL ESTADO

Columnas
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Las relaciones Estado Iglesia se han constituido en uno de los vértices, mitos  y símbolos de contradicción más importantes de la vida de México, aun antes de su existencia. De esta manera el mundo prehispánico surge en derredor de un Estado teocrático militar cuyas raíces las encontramos en las diversas culturas de Mesoamérica. El paso de la conquista al virreinato Novohispano no solo fue la sustitución del Tlatoani, sino la creación de un modelo de  dominación donde convergían el clero bajo la versión de un cristianismo imbuido por la nueva religión edificada en el sincretismo   indígena que no pudo desaparecer y que coexistieron con el Virrey y las instituciones de herencia española.

Durante el proceso de Independencia Hidalgo abanderó el movimiento insurgente bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe, lo que abrió paso a su capacidad de convocatoria. Morelos por su parte en los Sentimientos de la Nación propuso al catolicismo como religión única para la América Mexicana y consagró el 12 de diciembre junto con el 16 de Septiembre como fechas solemnes. La coalición de los Guadalupes, Iturbide, Guerrero y los diversos bandos reconocieron el papel del clero en la formación de la nueva nación.  Por lo que el proceso de generar una propuesta laica que colocara a cada poder en su espacio lo podemos encontrar hasta figuras como Valentín Gómez Farías y José María Luis Mora, aunque servirían de base para el enfrentamiento entre liberales y conservadores.

Sin embargo, contrario a la idea de los que quieren ver en la Reforma a un conjunto de Jacobinos come curas, lo que es contrario a la Masonería cuya creencia central está en su concepción de un Dios creador concebido como el Gran Arquitecto del universo y bajo una visión de tolerancia, por lo que la diferencia central entre Juárez y la Iglesia se centró en el punto de la extrema concentración de riqueza que detentaba al concentrar la mayoría de la tierras y por tanto en un mundo predominantemente agrario que se constituía como un freno a la concepción del progreso para el crecimiento de la agricultura, la minería y la industria, por lo que al constituir la hacienda laica se propició el crecimiento del país y su apertura a la inversión del capital externo.

El imperio de Maximiliano contrario a la idea común nunca transigió con la iglesia tanto en materia de aplicación de las Leyes de Reforma, así como la de respetar a  los clérigos y la práctica de las creencias. De hecho fueron incontables las disputas entre el poder imperial y el eclesiástico, pues Maximiliano como descendiente de los Habsburgo, que fueron forjadores del extenso imperio Austrohúngaro tenían frente a si la exigencia de mantener el equilibrio entre la diversidad de religiones de Europa Oriental, tales como las iglesias, ortodoxa, islámica, la diversidad de variantes que produjo desde el siglo XVI la reforma Protestante y donde el catolicismo ocuparía tan solo una pequeña parte de su población.

Con la Restauración de la Republica en 1867, Juárez se  ve obligado a ir emprendiendo la tarea de pacificación y sobre todo de reconciliación entre los mexicanos. Los años de lucha habían debilitado la hacienda pública; la confianza de los inversionistas externos; los reclamos por fracciones del poder político y militar que reclamaban sus cuotas de poder y sobre todo la necesaria conciliación de los contrarios lo que trajo como consecuencia la apertura y la negociación. Pero quien mejor que nadie entendió esta necesidad y tendió los puentes para una nueva relación fue Porfirio Díaz, quien sin renunciar a la necesaria separación iglesia y Estado supo manejar las nuevas bases para una reconciliación de las partes, manteniendo la forma, pero teniendo el entendimiento bajo la mesa.

Con el surgimiento del movimiento Maderista y su triunfo electoral se reinicia la lucha de contrarios y por supuesto algo no previsto por la lógica de Don Panchito fue el surgimiento de la diversidad del partidos, pues antes sólo había clubes que hacían el juego político a Díaz, pero ahora había surgido El Partido Católico Nacional, que se constituyó bajo las directrices de la modernidad iniciada bajo la nueva concepción de la Iglesia a partir del Papa León XIII, por lo que no era la reencarnación del partido conservador, sino una línea del todo nueva que avanzó hasta que los errores de Madero lo llevaron a su caída y sacrificio en 1913.

A la caída de Madero inició la lucha primero contra Victoriano Huerta, quien al principio buscó la conciliación con las diversas fracciones que tenía el Congreso, pero rápidamente se convenció que era preferible clausurarlo por lo que la opción militar fue la que habría de dar resolución al conflicto.  En efecto los partidos se identificaban con la lucha cívica, mientras que los revolucionarios buscaban imponerse por la fuerza de las armas. De hecho al año siguiente con el triunfo de los revolucionarios se desató el conflicto entre las facciones revolucionarias y ante ello los llamados para restaurar el orden de las fuerzas civiles y eclesiásticas encontraron de manera invariable la respuesta arbitraria de los militares.  Todo lo anterior derivó al promulgarse la Constitución de 1917 la cual reflejó su anticlericalismo bajo la versión del articulo 130 constitucional y que después sería secundado por el ascenso de los sonorenses al poder con los cuales se iniciaron en los Estados agresiones a núcleos católicos  promovidos desde las fuerzas de la CROM, los grupos anarcosindicalistas, socialistas y comunistas del período.

En particular figuras tales como Maximino Ávila Camacho en Puebla; Adalberto Tejeda en Veracruz y Tomas Garrido Canabal en Tabasco cometieron tales tropelías contra curas y feligreses que cuando el secretario de Gobernación, durante el período de Calles pretendió crear la iglesia católica mexicana, dio la pauta para el conflicto Cristero que habría de desangrar al país de 1926 a 1929 con la perdida de vidas de ambos bandos y que sólo pudo ser detenida después del magnicidio a Obregón y por la capacidad de Don Emilio Portes Gil para lograr un acuerdo fundamental entre el Vaticano y el Estado Mexicano, donde en la parte sustancial  se logró que fuera la Secretaria de Gobernación y el Nuncio Apostólico los mediadores entre la Iglesia y el Régimen Político, sin eliminar el articulo 130 en lo formal, pero flexibilizando las condiciones para que al margen de éste se pudieran alcanzar acuerdos y entendimientos.

Sería a partir del régimen de Salinas y bajo el Papado de Juan Pablo II que se reformó sustancialmente el articulo 130 constitucional y se arribó a un acuerdo de coexistencia entre las distintas religiones. Los regímenes posteriores y en particular el de Fox se declaró católico a ultranza, lo que fue criticado, pero ahora bajo el régimen de la cuarta tragedia se busca reabrir a nivel ampliado del conflicto entre grupos religiosos bajo las siguientes líneas: el énfasis en el carácter moralista religioso del presidente. La presencia con gran énfasis en partido de corte evangélico como el PES; pero sobre todo con actos como los de luz del mundo quien usó las instalaciones de Bellas Artes con la anuencia de Andrés Manuel y reconocidos congresistas. Todo ello sumado a su convocatoria reciente en el sentido de utilizar a los miembros de sectas afines al régimen para la prédica de la nueva moral, lo que sin duda no tardará en generar una reacción contraria a la armonía y paz social.

La Historia de México nos revela el alto costo que han traído las guerras religiosas al país. Reconozcamos que la religión corresponde a la esfera íntima de las creencias y no puede obligar jamás a su imposición. El Estado a su vez no puede imponer una moral social, sus valores no pueden estar en pugna con creencia alguna, salvo de aquellos que negando la libertad y la democracia pretenden imponerse por la fuerza. Entendamos, ni Andrés Manuel es un iluminado, ni fue electo por sus ideas religiosas  y menos él puede predicar una moral única frente a una sociedad diversa. No pretendamos por tanto desde el poder político introducir o someter a la población a la idea de una sola moral o creencia; ni tampoco es admisible que un grupo religioso se le impulse a partir del ejercicio de lo político.  Por tanto recordemos, el Estado es laico como garantía de la libertad de creencias y éstas deben distinguir entre el plano de lo Público, competencia del Estado y su punto central que es alimentar la fe en el ejercicio de la intimidad.  De hecho ambas convocatorias van por caminos distintos y buscan resultados diferentes, pero juntas sólo producen graves contradicciones y luchas estériles.