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EL HOGAR, REFUGIO DE PAZ

Columnas
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En la actualidad,  parece que las casas están hechas para no ser gratas. Construyen  las viviendas sin tomar en cuenta la geometría ni el número de sus habitantes y ya hecha la casa,  se agregan los muebles de la sala  que a veces tienen tantos cojines que no invitan a sentarse; en los dormitorios, aparte de las camas que están repletas de almohadas, se suman otras trivialidades, como televisores, computadoras, etc, que quitan el deseo de un descanso placentero “lejos del  mundanal ruido”; aunque bien lo merezca un cuerpo fatigado.

Aunado a lo anterior, las paredes de las viviendas de hoy, son de poca anchura y con facilidad dejan pasar el escándalo de las calles (sobretodo si se reside en una avenida muy transitada).

En tales circunstancias,  las casas se convierten en otro sitio de estrés nocturno, no aptas para dar una cordial bienvenida; por el contrario provocan un rechazo subliminal a sus habitantes. Como si las viviendas no quisieran ser ocupadas y en lugar de habitarlas nosotros, ellas nos habitaran imponiendo su dictadura de piedra sorda y su rigidez de estatua antigua.

Así, el hogar se convierte en algo ajeno a sus habitantes. Lo extremo son las viviendas de “interés social”,  que  semejan un nido, con sus dos cuartos diminutos, un baño y una mini sala. Su altura máxima es de 2.20 metros, pocos ventilados y la luz natural que ilumina en su interior también es poca;  todo esto genera una sensación de estrechez por la demasiada cercanía del techo, similar a una cueva que, en tiempo de calor,  sus habitantes prefieren estar afuera que dentro de las habitaciones.

Un claro ejemplo de estos días, lo sufre la juventud frustrada de Hong Kong. Los altos costes de vida y la sensación de que una casa propia es solo un sueño, son sentimientos generalizados entre los más jóvenes de una de las ciudades más pobladas del mundo, donde una habitación de 11 metros cuadrados representa un lujo. En Hong Kong viven familias en departamentos de 6 metros cuadrados.

La sobrepoblación ha hecho que aprendamos a vivir como en una colmena de concreto (edificios de departamentos). No obstante, quien pueda construir en el futuro debería hacer su vivienda  con 3 metros de altura de las habitaciones para hacer del hogar una estancia agradable.

Nos ha tocado vivir  en un tiempo de mayor estrés que propicia los infartos, entre otras tantas patologías,  y las viviendas deben de tener los espacios adecuados  para alejar a las enfermedades emocionales. Por ello, pensar en  un hogar, es querer estar en un refugio de paz y armonía para las familias.

Por muchas razones, lo ideal sería una casa con suficiente superficie, con habitaciones cómodas, sin los arrebatos de los múltiples aparatos que se prenden antes de dormir; una sala de espera que tenga la frescura de los bosques y no la frialdad de los vidrios y de los cuadros metálicos. 

Las ventanas grandes que se abran en el lado norte para dar paso a las corrientes de aire y evitar el sobrecalentamiento en las habitaciones.

Demasiado lujo sería un jardín donde haya árboles, tanto en oriente como en el poniente, para que  den sombra y se deje sentir la cercanía de la naturaleza.

Recordemos que una vivienda digna aumenta las condiciones de salud, es símbolo de educación y reduce los problemas sociales.

Por supuesto, para diseñar las áreas de  la vivienda es necesario conocer las necesidades propias de cada familia, de tal forma que les permita estar en un sitio donde fluya la comunicación eficiente entre las personas que la ocupan y sea un lugar de descanso y gozo para moderar el estrés de las labores cotidianas. Eso evitará un mayor número de enfermedades psicosomáticas que tanto padece la población en las grandes ciudades.

Se tiene la idea de que la residencia debe tener una gran área, la cual no siempre será la mejor opción si lo ocupan pocas personas y por ende genera un distanciamiento en la convivencia de sus habitantes. Así, una casa de 200 metros cuadrados donde habiten dos personas, dará la impresión que está vacía y su amplitud pudiera aislar a sus ocupantes,  y esto puede causar depresión en las personas susceptibles a la soledad.

Lo primordial es tener un hogar equilibrado en sus dimensiones, donde la familia pueda convivir tranquilamente y, con eso, recuperar la paz interior que ha perdido en estos tiempos de cambios extremos, donde la civilización posmoderna  lleva a la humanidad a un camino irremediable de vivir bajo el estrés avasallador de las prisas, en este inicial y ya famoso siglo XXI.