Joseph Nye escribió en el 2003 un libro que causó furor no solo en círculos académicos, sino en el ámbito diplomático a nivel mundial con la aparición de sus libro la paradoja del poder norteamericano. La tesis de Nye es un modelo de cómo opera la política exterior norteamericana y que ha servido de base para como se desenvuelve a partir de cuatro ejes fundamentales que él mismo establece a partir de su experiencia como cercano colaborador del presidente Clinton en materia de Defensa.
Estos cuatro ejes parten de la Inteligencia resultado de la combinación del poder suave (Soft Power) en un periodo de guerra activa (Hot War); y a su vez destaca la diplomacia como un factor altamente disuasivo que se desprende del poder suave en medio de la guerra fría (Cold war).En otro sentido estaría el poder duro (Hard power) donde la movilización de sus poderío queda a la vista y donde lo que hay que evitar es el escenario de la guerra nuclear, pues en este caso se tendría la palabra MAD que en ingles significa locura y que son las siglas de destrucción mutua asegurada, por lo que esta opción debe considerarse como cero. Por lo que en la guerra fría habría que trasladar el escenario de confrontación entre potencias y sustituirlo por escenarios de guerra en países ubicados en la orbita de alguno de los contendientes. Como es el caso de Oriente Medio o de las guerras en Asia, África y America Latina que cumplen esta función.
El modelo aunque simplificado ha sido operativo y funcional para Norteamérica sobre todo después de la segunda guerra mundial cuando quedo como potencia hegemónica a nivel mundial. Pues en medio de esto se prevén escenarios y se realizan maniobras de contención en una esquema ampliado donde los centros de poder se han multiplicado, y la negociación en todos los frentes es cada dia más compleja e incierta, como se ilustra el el siguiente esquema:
Echar abajo este modelo que sustenta al mundo en su relación con Estados Unidos seria un error de enormes proporciones, pues no hay con que sustituirlo de inmediato, pues representa como todo acuerdo los escasos puntos de coincidencia entre actores con intereses diametralmente opuestos, por lo que el margen de maniobra siempre será lo no acordado. Por ello no puede venir un novato a improvisar en el departamento de Estado y menos tener un jefe de gabinete que solo sepa decirle al presidente sí a todo, pues los errores saltarían de inmediato y las consecuencias muy difíciles de remediar sin pagar altos costos.
Ante ello un gabinete es una convocatoria a fuerzas políticas organizadas y no un club familiar y menos un circulo íntimo de amigos. Como tal el gabinete es expresión de que fuerzas son convocadas y cuales excluidas de la gestión y por tanto los convocados no están sometidos, sino comprometidos, por lo que utilizan el poder de que disponen para negociar con otras fuerzas, mientras que los excluidos presionan desde fuera, pero conociendo los puntos sensibles del sistema.
Por eso cuando llega un actor no esperado a la presidencia hay que prever lo inesperado, pues llego un sujeto ajeno a lo político y cuyo primer cargo de elección en los últimos años de su vida es la presidencia de los Estados Unidos de América, como es Donald Trump. Un hombre que desprecia lo político, porque para él solo sirve como la plataforma de despegue mediante el aparato electoral para proyectar su figura, por lo que partido, electorado, clase política son tan sólo un medio para arribar al poder y lo que sigue es la administración gerencial del gobierno.
Para ello hay que colocar a su familia en puestos directivos de sus empresas y en posiciones gubernamentales para que puedan disponer de información privilegiada para sus negocios. Todo ello para arrinconar al rival en turno y obligarlo a negociar en desventaja, para poder patear traseros e imponerse.
Todo lo cual está en abierta oposición a lo político y a lo legal, pues hay conflicto abierto de intereses, donde la política será sustituida por el lobbing o trafico de influencias, lo cual representa que la división de poderes estaría nulificada y el congreso y la suprema corte solo serian una especie de miembros incomodos de un consejo de administración, siempre dispuestos a someterse a las decisiones del ejecutivo, según sus previsiones. Pero como hemos mencionado lo político se negocia desde posiciones de fuerza, mientras que lo económico desde una negociación con lógica de mercado de oferta y demanda, que obliga a un acuerdo sobre el toma y daca.
En síntesis es la vieja pretensión empresarial de un gobierno administrado gerencialmente, al mismo tiempo que sus negocios privados prosperan. Situación que ya hemos vivido en México durante la docena trágica que fue el panismo, donde lo único que encontramos es un país que termina en oferta para quien pueda comprar la investidura presidencial o cualquier posición en los tres niveles de gobierno y esta es la alternativa que se presenta no solo para Norteamérica, sino para el mundo.
La demostración de lo anterior está dada por la lejanía de lenguaje entre Trump y su vicepresidente. En la comunicación mínima entre el Obama y el presidente electo a menos de 100 dias de la toma de posesión, donde el actual mandatario ya sentenció que cuando Trump llegue tendrá que entender que no está en uno más de sus negocios.
Todo esto se advierte también en el hecho de considerar la Casa Blanca como una especie de museo y no el símbolo del poder, por lo que desea dirigir al mundo desde la Torre Trump en Nueva York y donde al decir que sólo cobrara un dólar por año es tan solo una treta para evadirse del pago de impuestos. Pues 400 mil dólares al año es tan solo el valor de un pequeño negocio que pueda hacer este bribón.
Al mismo tiempo es evidente con quien está integrando su gabinete, como el caso de Defensa, seguridad pública e inteligencia donde se advierte el escaso conocimiento de situaciones, tratados, legislaciones, acuerdos y sobre todo equilibrios internacionales que no pueden transgredirse sin afectar profundamente intereses que combinados son mas poderosos que el presidente. Además que su falta de experiencia lo podría conducir en estos casos a que el poder quede en manos de grupos sobre los cuales él no tiene ni la menor capacidad de influencia o mando y frente al exceso le pueda ocurrir lo que a Nixon.