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SALINAS O LÓPEZ OBRADOR, LOS ENSAYOS SOBRE EL PRIMER AÑO

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Dos años tengo grabados por día en mi memoria, el año de 1989 que marco el inicio del régimen Salinista y el actual que aún no termina. En el primer caso estábamos bajo una situación de emergencia pues los efectos del resultado electoral estaban todavía frescos, la crisis económica colocaba un dólar en 3000 pesos, las quiebras y desahucios no concluían, las llamadas UDIS habían trasladado las deudas en pesos a dólares, las tasas de interés eran exorbitantes y el vencimiento por pago de deuda externa se agotaba. Al mismo tiempo el panismo provocaba con Clouthier una resistencia civil. Salinas como estratega no se plantó a dimes y diretes con sus detractores y comenzó con una serie de medidas que sorprendió a propios y extraños.

No comenzó la batalla con sus enemigos, sino con la depuración de sus propias filas. Para comenzar había que descabezar a los dos sindicatos nacionales, uno del apartado A y el otro del B representados por los petroleros con la Quina a la cabeza y el segundo el SNTE bajo la hegemonía de Vanguardia Revolucionaria a cuya cabeza estaba Carlos Jonguitud Barrios y la selección no podía ser más oportuna pues en esos sectores se encontraban las bases de la coalición que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas. En el primer caso fue un rotundo golpe de mano contra el sindicato petrolero al que descabezó en una sola operación instrumentada por Gobernación con Gutiérrez Barros; Arsenio Farell en la Secretaria del Trabajo y ejecutada magistralmente por SEDENA y complementada por la PGR.

En el segundo caso la operación fue con bisturí, primero identificar a todos los miembros directivos de Vanguardia Revolucionaria, separar a Elba Esther Gordillo y enviarla como delegada en Villa Gustavo A. Madero con once mil profesores que harían la parte de movilización con los maestros en toda la república para defenestrar a todas las dirigencias desde las posiciones seccionales hasta el comité ejecutivo. En ello Gobernación y el inmobiliario Manuel Bartlett en Educación jugarían el papel central y en el Senado se encargarían de dar licencia a Jonguitud Barrios. Más tarde correrían las listas jubilatorias o el cambio de banderas a favor de Elba Esther. En ambas jugadas la suerte estuvo echada y fue exitosa y sobre esa base avanzó con su reforma educativa.

El segundo round comenzó con la continuidad de las negociaciones con la Banca internacional y se pospusieron los pagos, además de ajustar tasas de interés. De ahí se procedió a estimular la renovación del crédito y se culminaría al final del túnel con quitar tres dígitos a la moneda y hacer que un dólar valiera $3.50 pesos. La recuperación de empleos y el estimulo a la inversión fueron en plazos cortos lo que permitió abrir una nueva etapa para sectores populares con el programa Solidaridad, además de reestructurar y refinanciar PEMEX mediante la liquidación de la mitad del personal de oficina que duplicaba al de campo. 

Entender esta dinámica unida a la ampliación de un moderno sistema carretero de cuota y el acceso a programas sociales rendirían sus frutos, pues también Luis Donaldo Colosio llegó como presidente del PRI y lo reposicionó, pues solo Baja California fue entregada al PAN y se abrió un acuerdo histórico con el Jefe Diego a la cabeza. En cuanto a Cárdenas, de acuerdo a las memorias de Salinas y confirmadas después por él mismo, se le dio un sueldo equivalente al del presidente de la República y al tercer año el PRI volvía con el carro completo y el sistema político se había oxigenado. Los otros tres años siguientes verían el paulatino deterioro y la caída del Salinismo a partir de seis hechos: el asesinato de Monseñor Posadas Ocampo, el secuestro de Alfredo Harp Helú y Ángel Lozada, el surgimiento del EZLN que cuestionó al Ejército y a los caciques regionales y finalmente el asesinato de Colosio, por último, la puntilla fue el crimen cometido contra José Francisco Ruiz Massieu y el error de diciembre con lo cual se sepultó al ex mandatario de la imagen pública, pero no de su influencia en el poder.   

López Obrador tomó las riendas en un momento critico, pero no desesperado como el anterior, sin embargo en el nuevo estilo personal de gobernar se advierte para el primer año un deseo de profundizar la crisis para culpar de todo a su  antecesor, de esta manera busca responsabilizar al pasado del presente y esa situación le ha dado popularidad momentánea, que día con día disminuye, pues del 80 % de aceptación, hoy oscila hacia el 60 %, lo que significa que ya se creó la pendiente. Paralizó los programas sociales sin una evaluación previa en sectores afines a su proyecto; acusó a sus rivales de corrupción, pero no muestra una administración eficaz y eficiente y en materia de honradez no puede hablarse bien de un régimen que impuso al frente de los órganos autónomos de regulación y control a personas ineptas para el cargo, dicho en términos más simples, no han demostrado ser mejores.

El problema que echa focos rojos son los ámbitos de Seguridad Pública, Hacendario, financiero de inversión, obra pública, deuda externa y el descuido radica en haber cambiado el eje de sustento entre la política económica anterior y la actual, que aún no esta bien definida, pues todas las bases para sustentar el modelo económico fueron pactadas con el exterior, mediante las reformas estructurales, las mismas que el actual régimen esta liquidando y que visto a nivel ampliado, su carencia de una política exterior activa lo muestra en una condición de aislamiento, cuando estas políticas han contribuido a la ruina de sus economías como el caso de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. 

A lo anterior agreguemos un subejercicio presupuestario que ha liquidado proyectos en marcha; incumplimiento de contratos y presiones para su recontratación, lo que ha interrumpido los flujos esperados de inversión y financiamiento, junto a la evaluación negativa de las calificadoras internacionales, a los cuales se agrega el escándalo de la renuncia justificada por parte del secretario de Hacienda y la torpeza del actual, quien afirmó que diseñó el presupuesto del próximo año junto al presidente, que ha demostrado no ser conocedor en este rubro.

Quizá como cierre pudiera decir que mientras Salinas fue consciente de su debilidad interna y la reforzó con medidas espectaculares unidas a una política exterior activa y de reactivación económica, lo que le permitió construir un capital político que dio legitimidad y ascenso los primeros tres años de su gobierno. En cambio López Obrador fue electo con un capital político espectacular y él mismo lo ha debitado día con día.

Quizá debiera aprenderse la lección: un político debe ser al inicio callado y contundente en acciones, pues el que mucho habla termina festinado por anticipado y se vuelve previsible. Finalmente, sea como sea, un presidente dura solo cuatro años o menos en ejercicio pleno del poder, después las fuerzas que originalmente convocó terminan abandonándolo y buscan alinearse con el probable sucesor que será su némesis, así que ni pensar en reelección o continuidad, pues un presidente solo puede enfrentar sus circunstancias y el pasado y el futuro le son ajenos.