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GEOGRAFÍA DE LA MUERTE

Columnas
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¿Cuántas ciudades han sufrido en las últimas tres décadas el azote del crimen organizado?; ¿cuántas victimas y dolor han dejado a su paso? Las cifras son frías pero hablan que hasta el día de hoy rebasan los cien mil y el numero de desaparecidos de todas las edades continua en una escalada que no tiene contención. Recuerdo que las grandes ciudades aun dentro de lo que fue la Revolución Mexicana consideraban a las ciudades como un centro protector, incluso mis abuelas me hablaban de cómo habían migrado a la Ciudad de México para evitar las levas y los secuestros. No sería sino hasta la década de los años treintas cuando se inició lentamente la pacificación del país bajo una nueva generación.

Hoy son las ciudades y el campo los espacios vulnerados desde el surgimiento del narcotráfico, primero fue la siembra de marihuana y la agresión fue sobre las comunidades más lejanas y marginadas y la oferta inicial fue que al cosechar la hierba obtenían el valor de cinco años de buenas cosechas. Simultáneamente los traficantes de personas llegaron para llevar  personas a los Estados Unidos y los tratantes de blancas fueron penetrando y con el tiempo la situación cambió, el campo se despobló y hoy, quienes quedaron, han perdido sus tierras y están sometidos a condiciones de esclavitud

En el medio urbano el narcotráfico penetró en los campus universitarios entre jóvenes con perfiles de clase alta y media con recursos para pagar adicciones; de ahí se cuadricularon en las ciudades y ampliaron la variedad de la oferta que incluía trata, venta de estupefacientes más fuertes y surgieron empresas fantasmas para fraudes; manejo de usura y prestamos prendatarios que surgieron como mecanismos de lavado de dinero. Pero no se piense que esto ocurrió a espaldas de la autoridad, por el contrario, basta recordar la frase de Vicente Fox: “al narcotráfico no hay que combatirlo, sino administrarlo”, dicho en palabras más breves el Estado encabezaría por medio de la clase política la criminalidad.

La situación continuó al alza, las policías de los tres niveles de gobierno comenzaron a coexistir con las mafias por el tránsito de sus estupefacientes lo que dentro de un contexto mundial anuló gobiernos, corrompió políticos, se asoció con el aparato policíaco, envolvió a los fiscales y jueces y la impunidad se instaló en el mundo, pues este proceso de manera lenta hoy es vigente en la mayoría del planeta, respetando matices y frente a lo cual la clase política lo único que proyecta es la búsqueda de la permisibilidad frente a la imposibilidad de control.

Hoy recuerdo como las grandes metrópolis del país han caído y en sus calles se respira la inseguridad. Recuerdo los hechos donde en Monterrey los Zetas en su lucha contra sus anteriores patrones del Golfo cerraron calles, incendiaban autos, tráileres, camiones, al tiempo que colocaban como rehenes a la población civil. En Guadalajara donde al inicio del régimen pasado en un primero de mayo quedó bloqueada en diversos puntos, cerrados sus accesos carreteros, interrumpidos en León, Colima y Zamora el paso carretero al noroeste por el cartel de Jalisco.

No de menor importancia los constantes asedios y luchas entre carteles por el control de la ciudad de Tijuana donde incluso se secuestraban a médicos y paramédicos para obligarlos a curarlos de sus heridas. Por supuesto, recuerdo las balaceras de las ciudades fronterizas desde Tijuana a Matamoros y como fueron bajando a los centros urbanos de Tamaulipas, Veracruz y Tabasco. A las que se agregan los carteles en el Caribe y los pasos fronterizos del sureste y por supuesto el centro del país no quedo al margen.

Continuemos con el Pacífico donde la costa de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Colima, Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Sonora y península de Baja California. Por supuesto, también nuestras ciudades fronterizas han sido testigos de esta problemática a la que se agrega el drama humano de la migración ilegal. De hecho cabría pensar cual entidad de la república esta libre de este problema. Pues lo que originalmente era el tránsito de la cocaína a través de nuestro país, hoy se ha consolidado y hoy está el pentágono de oro en Guerrero con la amapola y sus derivados con lo cual se compite hoy en dia con la producción proveniente de Afganistán.

A todo lo anterior se suma la CDMX donde se pretende negar la existencia de organizaciones criminales como el cartel de Tláhuac, el de Tepito cuyas redes de distribución y actividad criminal están a la vista pública. De hecho hemos caído ya en la indiferencia dónde las balaceras se han vuelto noticia cotidiana, donde los muertos y los heridos se miran como hechos comunes. De hecho estas últimas semanas hemos visto los casos de Coatzacoalcos, donde el principal responsable fue dejado libre por el ministerio público.

Los casos de Aguilillas en Michoacán son cerrados por insuficiencia de información pese a la masacre ocurrida. A lo anterior se suma el caso de Culiacán donde como me comunican a raíz de la detención de Ovidio Guzmán su gente rodea la fiscalía a donde había sido llevado tras su detención y en pleno centro de Culiacán se inicia la “negociación” y más tarde la balacera, se pide apoyo al ejército pero la unidad habitacional donde viven sus familias fue tomada y sus familiares quedaron como rehenes.

A partir de ahí se vienen todas las fracciones de los carteles y bloquean los caminos, las calles y estarán presentes la gente del Azul, del Mayo Zambada, los limones, los Avendaño, los Fernández, los Isidros, los Payanes, los Quinteros, y junto con su gente despliegan su arsenal que incluía no solo armas ligeras, sino otras de alto poder como la poderosa ametralladora Barret  capaz de derribar helicópteros artillados. En resumen, las fuerzas policíacas, las fuerzas armadas y el Estado a través del jefe del ejecutivo fueron vergonzosamente derrotados y el mensaje es claro sobre quien manda en Sinaloa o en cualquiera donde ellos han tomado las plazas, pues no solo tienen capacidad de fuego sino hay estrategia.

Lo curioso es que el gobierno apeló a la seguridad nacional para imponer el proyecto de Santa Lucia el cual carece del más mínimo sustento técnico, económico, de seguridad o de carácter militar y en cambio frente a la derrota del Estado el mandatario pretendió presentarla como una asunto humanitario, que esta muy lejos de serlo para evitar las masacres, que a diario se suceden.  Algo es evidente, un aparato de Estado que carece del monopolio de la violencia legítima para imponer la legalidad, es como afirmaba el politólogo Huntington un estado inmoral. Carente de toda autoridad y por lo tanto incapaz de defender a su sociedad ante naciones más poderosas, frente a las cuales solo aceptará propuestas absurdas como la orden de Trump de interrumpir el flujo de armas a México, cuando ya están aquí entre nosotros por millones. Pero lo más grave se ha desarmado a las fuerzas armadas, se están quebrando sus fuerzas morales y carecemos de una doctrina de seguridad nacional, mientras que la miseria de la clase política se disuelve en todos sus niveles, tanto del pasado como del presente en memes.