El término seguridad procede del latin “securitas” que significa sin problema, sin embargo este concepto hoy sería en ese significado una idea vacía de contenido, por la problemática que afrontamos, por lo que sería mejor definirlo como la capacidad para encarar los problemas y enfrentarlos bajo su debida dimensión. En el caso de la seguridad del binomio Estado y Sociedad, la idea de la seguridad tiene que enfrentar de manera constante el asedio de múltiples problemas de gran complejidad, por lo que a lo anterior se suma la creciente incertidumbre en torno al futuro, por lo que afrontarlo bajo la idea de la simpleza representa la mayor irresponsabilidad que un jefe de Estado pueda asumir frente a hechos que se constituyen en grandes obstáculos, que no deben verse como que son sus adversarios los que les ponen rocas frente a él, sino que es la misma dinámica de la realidad la que se le impone.
Los instrumentos del hombre de Estado parten de cuatro grandes categorías: legitimidad, legalidad, gobernabilidad y gobernanza. La primera es el punto de partida pues representa el reconocimiento de la autoridad como fuente de poder y como vía de acceso al mismo. Desde este ángulo la democracia supone elecciones, pero no se agota en ellas, cada dia hay que jugarse el pacto y esto es algo más que la medición de opinión pública hoy tan deteriorada por la mercadotecnia política, que manipula de manera irresponsable la imagen del candidato y después la del gobernante a un precio elevadísimo, pero no exento de tremendas fallas.
El segundo es la legalidad sustentada en un Estado de Derecho donde el poder se limita ante la acción ciudadana y se alimenta del diálogo, no de la ilusoria imagen de medios que terminará tarde o temprano desvaneciéndose ante crueles realidades. La gobernabilidad como capacidad de gestión proviene no sólo de la honradez de los funcionarios, sino debe también ir acompañada de eficacia para el logro de los objetivos y eficiencia para alcanzarlos al menor costo, pues nada hiere tanto a la ciudadanía como el desperdicio de recursos, la corrupción y la ignorancia de los que de modo irresponsable encabezaran la gestión de la cual derivan decisiones erráticas. Finalmente, la gobernanza representa la identificación del rumbo y la precisión del sentido de las acciones, condición indispensable para reconocer lo que se pretende alcanzar.
Ahora identifiquemos qué estamos viviendo en términos de la seguridad o inseguridad. Para comenzar, la seguridad comienza en el plano de los derechos humanos pues reconoce en la ciudadanía la capacidad de discernimiento y la posibilidad de apelación ante actos de la autoridad contrarios a la ley. Continua con la seguridad pública que supone no sólo el resguardo de las vidas y patrimonio de los ciudadanos, sino algo más importante que es la capacidad de fiscalización ciudadana de los recursos, las acciones y de los resultados obtenidos por la acción policiaca.
El otro nivel lo representa la seguridad interna que se concibe como la acción tanto de ciudadanía como del gobierno para establecer la coordinación y buen manejo de los tres niveles y tres instancias de gobierno. El remate de lo anterior lo constituye la seguridad nacional que es la defensa de las instituciones y la sociedad en su conjunto para enfrentar amenazas externas, riesgos internos teniendo como plataforma de apoyo nuestras fortalezas internas y oportunidades externas, donde la participación ciudadana es vital para fundamentar con los otros niveles gobierno y dentro de las competencias de la división de poderes el logro de las metas y objetivos del Proyecto Nacional, que representan no solo los grandes fines de la nación mexicana, sino su preservación territorial, la garantía de su crecimiento y desarrollo para evitar la polarización de la sociedad y la garantía de amparo en casos de desastres.
Sin embargo, es obvio que lo que vivimos en la némesis de estas intenciones y eso tiene un nombre inseguridad nacional y por tanto un destino: el estado fallido. Lo anterior se complementa con los acontecimientos pasados y recientes. De hecho tenemos que reconocer en la situación del presente graves anomalías que proceden del pasado, lo que no disculpa lo actual pues cada fracción política ha contribuido tanto por acción como por omisión a generar esta situación, que sin duda al llegar a estos últimos acontecimientos los agrava y coloca como una situación de desastre.
Comencemos por la legitimidad, el régimen actual que logró la votación del 30 millones con el 53% del electorado que votó no se ha respondido a estas preguntas: ¿se votó por AMLO o como rechazo a la situación existente?; ¿a partir de las acciones del actual régimen este era el proyecto por el cual votaron? Pues incluía baja de las gasolinas, no del suministro; depuración de los contratos de obra pública, no suspensión, abandono, sin responsabilidades públicas y pago extraordinario a las empresas contratadas. Tampoco se votó por el tren Maya o Dos Bocas, sobre todo sin estimación del daño ecológico y la reacción de los núcleos de población afectados a los cuales se da la respuesta de la ley garrote de Tabasco o la pretensión de desconocimiento del EZLN y de los acuerdos de San Andrés Larrainzar, lo que significaría volver a las armas.
Tampoco se votó por tolerancia al narcotráfico, ni por la salida de que las madres corrijan a sus hijos, los problemas son de una gran magnitud y los intereses no se resuelven con tolerancia al crimen organizado, sino con inteligencia que se ha destrozado y bajo una coordinación con gentes responsables y conocedoras, no con la militarización que de origen habían descartado. De hecho la legitimidad no es un cheque en blanco permanente hacia una voluntad única, sino un esfuerzo nacional que actualice el marco de legalidad no del mayoriteo manipulado a mano alzada que no responde a la voluntad general.
La ingobernanza tiene que atenderse con prioridad, la designación de funcionarios no es a capricho y con complicidad, ésta es resultado de un personal apto, capacitado, honrado cuya confianza no deriva del servilismo a quien lo designó, sino del ejercicio de las tareas de gobierno donde el subejercicio no es lo aconsejable, sino que conduce a la parálisis de la actividad del sector público.
Hay tareas sin resolver y que son las que marcan el escenario del futuro de México y del mundo. Como son el cambio del patrón de energía que hoy se sustenta en los hidrocarburos y cuyo futuro esta en las energías alternas; asumir el cambio tecnológico cuyas consecuencias no son predictibles ni en el corto plazo. Prever el cambio organizacional que remodelará las instituciones nacionales donde los sistemas de cómputo serán los pioneros. Finalmente la propuesta de cambio debe descansar en el diseño de una estrategia que de resultados, que sería la base de la gobernanza como capacidad de dirección bajo proyecto, que no debe confundirse con buenas intenciones, sino con una mezcla de imaginación, recursos, participación social y propuestas realistas. De otra forma la escalada de la violencia será el riesgo y la amenaza a encarar y que de no escuchar las voces de la razón se inventarán golpes de Estado imaginarios.
EL DESASTRE DE LA SEGURIDAD
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