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Tren Maya factor de desarrollo: Rutilio Escandón y Rogelio Jiménez

Consulta a comunidades indígenas, simulación gubernamental

El pasado 24 de noviembre estuvo en el estado de Chiapas el director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), Rogelio Jiménez Pons. En presencia del funcionario federal, el gobernador Rutilio Escandón destacó que el Tren Maya es un proyecto visionario del presidente López Obrador destinado a detonar el turismo y a proteger las riquezas naturales de los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

En otra de las “visionarias” disertaciones del doctor Escandón, aseguró que el Tren Maya es el proyecto más importante en materia de turismo en el sur-sureste para propiciar el desarrollo económico, el cuidado del medio ambiente y los recursos naturales.

Sólo que las predicciones se oponen a la realidad. Este año, México tendrá crecimiento cero; Chiapas va en reversa con el menos 2 por ciento de crecimiento económico, nula inversión pública y una pavorosa inseguridad en la capital, Tuxtla, y en todo el estado.

Lamentables, además, los demagógicos pronunciamientos del director del Fonatur, Jiménez Pons, cuando asegura que la construcción del Tren Maya estará sujeta a una consulta indígena, en la que, por un lado, votarán como ciudadanos y, por el otro, como grupo étnico. Ridículo el planteamiento del funcionario que vino a turistear a Chiapas, ya que la suma de los votos de cada indígena será el voto colectivo de las etnias de los cinco estados.

Hoy, según Rogelio Jiménez Pons y Rutilio Escandón, se prepara una segunda consulta indígena (amañada). La primera fue cuando en diciembre de 2018 se montó aquélla memorable parafernalia con el cuento de la participación de las  etnias de los cinco estados del sur en aras de pedir permiso (sic) a la Madre Tierra para la construcción del Tren Maya. Las dos consultas pecan de poca seriedad. Con o sin consulta, el Tren Maya ya está decidido, como lo estaba Santa Lucía, sujeto, innecesariamente, a consulta popular.

Hay varios argumentos que permiten inferir la escasa viabilidad del Tren Maya y, a contraposición de lo expresado por Rutilio Escandón, la afectación y destrucción ecológica de la flora y la fauna por donde pasarán las vías férreas es evidente.

A decir de Andrés Manuel, el Tren Maya cambiará el futuro de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.  En la lógica lopezobradorista, la ecuación es muy simple.  En el Presupuesto de Egresos de la Federación  se contempló una inversión inicial de 6 mil millones de pesos de los 150 mil millones que se requieren para la construcción de una obra de 1500 kilómetros de longitud en un plazo máximo de cuatro años.

Entre las virtudes destacadas por el titular del Ejecutivo Federal está un impulso sin precedente a la economía nacional, con un aumento récord a los 10 millones de turistas que anualmente visitan la zona costera, hasta llegar al mayor destino turístico del sur-sureste: Cancún, Quintana Roo.

De la biodiversidad, López Obrador ha dicho que esta se conservará íntegramente.  Ni un solo árbol se va a derribar y, por el contrario, con el programa “Sembrando Vida” se plantarán árboles frutales y maderables en un millón de hectáreas, con un beneficio de empleos permanentes a 400 mil campesinos con jornales bien pagados. Hasta hoy se está en espera de esos beneficios.

Esa obra, magnificada como monumental del sexenio, no tiene sustento.  Para empezar, el ritual simulado de pedir permiso a la Madre Tierra como banderazo de salida carece de validez.  La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos obliga al Estado mexicano a realizar una consulta previa, informada y libre a los pueblos indígenas que se verán afectados en su biodiversidad y en su territorio.

Lo anterior, simplemente, quiere decir que desde el México prehispánico son, para bien o para mal, dueños de su propio destino, territorio e identidad insustituibles. Además, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, sobre Pueblos Indígenas y Tribales, obliga, exclusivamente, a una consulta previa ante las comunidades indígenas y no a una consulta nacional que deforma, de origen, la legalidad y legitimidad del proyecto, como pretende López Obrador.

Sin embargo, se trata no sólo de evitar la tala de árboles y sembrar un millón de hectáreas, sino de las graves afectaciones a la inmensa riqueza que representa la flora y la fauna de los cinco estados por donde pasará el tren.  Destacan el jaguar negro, símbolo de Chiapas, los monos araña y una variedad incuantificable de mamíferos y reptiles destinados a su dispersión, su disminución o su extinción como macabra contraparte del Tren Maya.

López Obrador ha invitado al empresariado mexicano a invertir en su proyecto. El argumento es que se necesita de la inversión privada, pues el Estado no puede hacerlo todo. Si de un año a la fecha no ha cambiado el proyecto, el anzuelo para convencer al capital mexicano y chiapaneco es la licitación en siete tramos, con una inversión inicial de 6 mil millones de pesos a cargo del gobierno federal.

Según el Presidente de México, cada tramo puede significar una inversión de 15 a 18 mil millones de pesos.  Y como atractivo para la inversión privada, “lo que inviertan las empresas que acepten la concesión van a contar con una subvención del gobierno federal por cada kilómetro que construyan”.

Sólo que hay dos factores que impiden a los hombres del dinero invertir en el Tren Maya.  Uno, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, en el que 50 mil millones de pesos se fueron a la basura.  Qué confianza puede existir en los inversores para participar en el Tren Maya si el día de mañana les avisan de un cambio de planes porque se modificó el proyecto o que los pueblos indígenas bloquean continuamente la ruta ferroviaria porque no fueron consultados debidamente.

A los anteriores obstáculos se suma el pronunciamiento del  Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que ha manifestado que no permitirá el paso del transporte por territorios indígenas con acciones de resistencia, como lo ha hecho desde 1994. En respuesta, López Obrador ha dicho que no caerá en provocaciones, que todos tienen derecho a disentir y que en México no hay represión ni censura.  Sólo paz y reconciliación.

Con esa amenaza nadie estará dispuesto a arriesgar capital donde no hay seguridad cuando el bando que declaró la guerra, hace 26 años, al Presidente de la República y al Ejército Mexicano rechaza, abiertamente, la construcción del Tren Maya.  Basta con conocer la opinión de empresarios chiapanecos y se sabrá de los obstáculos que enfrentará el Tren Maya.  Se les ha invitado a invertir o poner sus terrenos a disposición con el argumento de hacerlos socios privilegiados.  La respuesta es siempre la misma: “Si quieren les vendo mis terrenos al precio que yo determine, pero como socio no arriesgo un peso”.

El segundo factor que inhibe la inversión privada es la vasta infraestructura disponible en los cinco estados destinatarios del paso del Tren Maya.  Geográficamente, Tabasco tiene una posición privilegiada como puerta de entrada y salida de la península con el resto del país y comunicado con 10 vuelos diarios a la Ciudad de México, magníficas carreteras y un suficiente presupuesto federal y estatal para sus apenas 17 municipios en una orografía privilegiada.

Cancún es destino turístico nacional e internacional, con vuelos directos a Europa y Estados Unidos, pero además hay una multitud de opciones de transporte terrestre a las ciudades mayas y áreas naturales. ¿De dónde sacan entonces que el Tren Maya será el detonador del desarrollo?  Si no fracasa, cuando mucho será complementario a las actuales opciones turísticas.  Ampliaremos…