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PODER Y LOCURA

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Guillermo J. R. Garduño Valero

El poder es una facultad de ejercer mandatos bajo la condición de una obediencia que bajo la presión de la coerción conduce a que la resistencia al mandato  ceda ante la presión de las probables consecuencias. Pero ¿quién puede afirmar que está preparado para tal ejercicio de poder? En si nadie, sin embargo Platón afirmaba que el liderazgo es propicio para quien no lo desea, pues aquel cuya ambición central de manera manifiesta sea el poder puede quedar marginado por el riesgo que representan los hombres  que desean perpetuarse en él.

Pero ¿cuáles son los atributos del poder y que se extiende aquellos que lo tienen?

Para comenzar el poder es temporal, primero porque la vida misma lo es, además de que la temporalidad de su ejercicio no puede extenderse más allá de las condiciones que lo propiciaron, pues aun aquellos que alcanzaron décadas en su ejercicio nunca lo pudieron ejercer de la misma forma, ni bajo las mismas condiciones. Por ejemplo Fidel Castro fue uno cuando tuvo que compartir el mando de la revolución con el comando que llego al poder, después tendrá que deshacerse de cada uno de los hombres que contribuyeron al triunfo de al revolución cubana. Comenzaría con la figura más carismática que era Camilo Cienfuegos al que asesinó y lo disfrazó como un accidente aéreo, pero el avión jamás fue encontrado. Seguiría con el Che Guevara al que enviaría a Bolivia y ahí lo abandonaría a su suerte, que concluiría en su desaparición. Al resto le correspondería una muerte bajo el disfraz de suicidio, finalmente su hermano Raúl, el más odiado, terminaría siendo su sucesor y hoy con una burocracia senil Cuba mira después de 61 años un panorama incierto y sin futuro pues su proceso la lleva a reproducir un pasado bajo ideologías en extinción.

El poder es mítico pues se fundamenta en premisas, creencias y atributos no demostrables pues son cualidades supra humanas, de esta manera el poder es semejante a colocar a un enano al que se le pone un reflector potente a sus pies y lo hace aparecer como si fuera un gigante. De esta forma sus palabras serán mitificadas, elogiadas de manera desproporcionada, mientras las fuerzas que le otorgaron el poder permanezcan a su lado y caerán en desgracia como discurso cuando ya no respondan al bloque del poder que lo impulsó.

El poder es fantasioso pues acude a toda treta para justificarse, inventa a cada momento sus excusas, elude la responsabilidad de sus errores, deposita la responsabilidad de sus actos en la acusación al pasado, inventa futuros fantásticos y llega afirmaciones temerarias, venera la estupidez en cotidiano y se escapa de la realidad en todo momento, pues está contrasta con su discurso e intenciones. En una palabra no establece la diferencia entre intención y hecho.

El poder seduce pues envuelve al sujeto en cualidades que no tiene y el riesgo mayor es cuando el seductor queda prendado de su propia invención, es ahí cuando el poder no llega a reconocer sus propios limites, pues en el afán de su exaltación no advierte el terreno pantanoso en que se hunde. De hecho no conozco poder cuyo sistema de inteligencia le haya advertido los signos inequívocos de su agonía. El caso más patético, pero no único fue la desaparición de la Unión Soviética, en diciembre de 1991, donde una gerontocracia que murió en el ejercicio del poder y  fue sustituida por otra emergente pero carente del oficio de gobernar y cuyo destino fue la destrucción del aparato político autoritario que los había llevado al poder.

El poder es destructivo y su primera victima es la figura central que queda elevada temporalmente en la posición más elevada de la jerarquía. Pues al igual que el rey Midas, fue victima de su magia al convertir en oro todo cuanto tocara, así se cumple aquella frase lapidaria de Don Adolfo Ruiz Cortines, presidente de México de 1952 a 1958, cuando afirmó: “la política es borrachera de un día y cruda de toda la vida” De esta manera como si fuera una maldición hombres que comenzaron su elevación al poder en medio de vítores, elogios, amigos y familia, concluyeron su periodo en la soledad  y el desengaño, pues como dijo Gustavo Díaz Ordaz (1964 a 1970) al renunciar al cargo de embajador de México en España por las presiones de la prensa en 1977 “que más puede uno llegar a ser, despues de ser presidente de México”

El poder es traicionero, pues se fundamenta en pactos de imposible consolidación pues las circunstancias y la temporalidad los circunscriben; las palabras que emite son juramentos en falso; las promesas en que se funda son irrealizables; la amistad más profunda la derriba ante los intereses poderosos que representa, lo que hace que la circunstancialidad una a hombres cuya enemistad es profunda y separe a personas que en otro tiempo y circunstancias se habían mantenido unidos.

El poder es corrupto, pues aunque se encuentra sometido a la ley para acceder a él, su visión no la reconoce en su ejercicio y la rebasa por su propia arbitrariedad, tal como lo reconociera la frase lapidaria de Lord Acton cuando afirmó: “el poder corrompe pero el poder absoluto, corrompe absolutamente”

El poder enloquece al no distinguir limites entre realidad y ficción, comienza con ideas descabelladas que en lugar de ser corregidas, terminan siendo elogiadas por serviles como el caso del rey que va desnudo. Prosiguen con visiones interesadas y corruptas de propuestas fantasiosas como irreales en las cuales se comprometen recursos públicos; se le envuelve en una telaraña de relaciones e intereses que obnubilan la razón y finalmente el contexto les impide distinguir los limites entre la ficción y lo posible. De ahí que el paso hacia la locura solo lo decide el tiempo y su particular circunstancia.

Finalmente, ¿en el poder quién decide? Las condiciones o el sujeto, si la decisión se convirtiera en hecho tangible y la voluntad humana pudiera imponerse encontraría como respuesta que tanto el poder puede. Pero, la decisión enfrenta obstáculos insalvables y la más importante es la resistencia humana, lo que conduce a la exigencia de constantes negociaciones entre él que dirige y los que ejecutan lo que impide el desarrollo de un proceso lineal. Por lo que, sí los que hoy viven en el poder reconocieran que confunden el momento con el movimiento y que al final la decepción, la locura y el desprecio serán su destino, tal vez intentarían hoy despertar antes de que al sueño le siga la pesadilla, pero nadie hasta ahora conozco que frente a la Medusa del poder no haya quedado prendado y su ojos no podrán apartarse jamás como en aquella frase de Fausto al vender su alma al maldito “detente momento eres tan hermoso”.