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México y los heraldos negros

Columnas
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Se ventila en los medios una morenista iniciativa de ley para controlar las redes sociales y acallar la palabra airada. En el Senado, además, está el dictamen de la Nueva Ley General de Población, vulneradora de valores seculares. Semejan tales leyes: heraldos negros que se suman a la pandemia, a la impostura propagandística para enfrentarla, a los apagones eléctricos por imprevisión y por cancelación en 2019 de proyectos estratégicos de almacenamiento de gas, precisamente para lidiar con emergencias.

Los tufos demagógicos y los símbolos que los representan solo encandilan a ingenuos y conducen a naufragios de toda índole. Hay símbolos fecundos que representan valores como los religiosos, los patrios; pero hay otros, burdos, estériles, aptos para masas de arriba y abajo, que expresan: iniquidad, encono, la nada.

La nueva Ley General de Población establece, entre otras cosas, que el Estado podrá eliminar barreras culturales e institucionales que impidan la propagación de la ideología antinatalista del Nuevo Orden Mundial de los Rockefeller y Kissinger: un ataque contra la procreación en un país que envejece a diario, contra la familia natural y los padres y madres en materia de educación de los hijos, contra la vida del inocente concebido no nacido y la objeción de conciencia de médicos.

La iniciativa de regular las redes y la ley en materia de población, de la mano del militarismo, de la falta de división de poderes y del costoso control eléctrico, ponen en estado de sitio a las libertades y al medio ambiente.

Se encamina México a una larga y oscura noche política que ahonda las tragedias sanitaria, económica, social con violencia que aterra. Ello, de no haber un despertar de la nación, de las universidades, sindicatos libres, Iglesia; un sacudimiento de la oposición toda, ciudadana, partidista. Sacudimiento en búsqueda de unidad nacional, hoy rota, con mirada táctica en este 2021, y estratégica en 2024: una utopía, un anhelo.

¿No es lo prioritario, legisladores, integrantes del gobierno, centrase en la pandemia que está matando a veintenas de miles y miles de mexicanos? ¿No les preocupa, o es acaso una premeditada política pública? ¿Tampoco el desabasto de insulina en hospitales públicos que pone en peligro de muerte a millones de niños y adultos diabéticos? ¿Ni tampoco la falta de papel para expedir actas de defunción, ni las colas de féretros en los crematorios? 

¿De qué se ríen con tanta frecuencia cuando el país ocupa el primer lugar mundial en tasa de letalidad por covid, 8.7 muertes por cada 100 contagiados, conforme a la Universidad J. Kopkins, al no haber planeación sino escaramuzas?

Fórmula de la falta de planeación: sistema de salud pública desbaratado con insumos precarios + ausencia de todo tipo de apoyos suficientes a las empresas del país para salvar empleos + semáforos y cifras irresponsables en manos de políticos y no de científicos serios + .84 % de población total vacunada al menos con una dosis en un México de 126 millones de personas + .08% de población total vacunada con todas las dosis prescritas = a naufragio que está arrojando diariamente a la muerte ¡a más de mil seres humanos en promedio! Solo el realismo, el ver de frente las cosas con verdad para rectificar, pueden salvar a la nación, devolver luz al horizonte. 

La nación chilena ha vacunado al menos con una dosis al 12.14 % de su población vía una campaña racionalmente diseñada; Brasil, al 2.51%; Israel, al 47.66% (Universidad de Oxford). Ejemplos de proporción de población total vacunada con las dosis prescritas: .26% (557,532 personas) en Brasil; 4.63% (15.47 millones de personas) en E.U., a través de farmacias y otros centros, al 16 de febrero.

¿No es la suya, morenistas, una “existencia de ficción, obliterada, alucinada de espaldas a toda realidad”? Los números desnudan fantasías; candiles en la ONU, oscuridad en casa. ¡Rectifiquen por favor! Una utopía, un anhelo.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! ... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte”: verso de César Vallejo, el poeta auténtico que interpela a Dios como Job.

Los pueblos desorientados y los gobiernos descompuestos padecen manía legislativa, decía Gayo Cornelio Tácito, el historiador romano. Y toda manía es cosa patológica. Manía legislativa y fanatismo van muy seguido de la mano. Otra cosa, legislar con el pensamiento abierto, con mesura y prudencia. Virtud ésta que se opone al hoy con ánimo de futuro. Futuro que “se esfuerza en perforar el presente caduco”.

La idea de regular las redes sociales surgió, como muchos ya lo han señalado, al día siguiente de que en Estados Unidos se les pusiera un alto, por parte de los administradores de las redes, a los violentos mensajes del trumpismo.

En México, desde las alturas del poder, se puso el grito en el cielo por violarse la supuesta “libertad de expresión” del candidato perdedor que, con su retórica gesticulante, ponía en peligro la verdadera libertad de toda una nación. Librado del juicio político por la complicidad republicana en el Senado, comienzan los juicios reales ante los tribunales de verdad.

La iniciativa morena pretende que sea el Estado mexicano el que regule las redes para entonces, controlarlas. Y se trata de un Estado cuasi omnipotente, militarizado, concentrador de poderes, que injuria y no tolera crítica alguna. Regularlas para controlar la libertad de expresión de los ciudadanos, y para evitar que éstos, vía la autorregulación, pongan límites a la palabra del poder cuando éste abusa de ella.

La violación de garantías individuales, de derechos, proviene preponderantemente del Estado a través de sus normas y actos injustos, arbitrarios; esa ha sido la tónica histórica; por ello, la ciudadanía interpone a diario amparos, conforme a la Constitución y a los tratados internacionales. Una de las funciones esenciales del derecho es la de poner límites al poder. 

En la iniciativa de ley para regular las redes, y en el dictamen mencionado, anidan fanatismo y aliento autoritario. Todo fanatismo político recurre a la astucia para dorar la píldora a la turbamulta que vegeta con impasibilidad suicida a cambio de mendrugos. 

La astucia del fanatismo radica en “invocar el carácter respetable de las causas que pretende supuestamente servir para imponerles silencio a quienes lo denuncian precisamente a causa de esa impostura”. 

Aún en países de democracias plenamente consolidadas, con pueblos de conciencia histórica arraigada, la regulación de las redes es motivo de grave alarma por su deriva autoritaria; con más razón en países donde el derecho, la ley, la democracia real, están en entredicho, y donde la conciencia política e histórica, en pañales como regla.

Por lo pronto para calmar las aguas, se ha postergado por unos días la presentación de dicha iniciativa de ley. La puesta en escena de la idea de regular las redes, y después, el anuncio de la iniciativa, no se explican sin el aval de las alturas del poder, aunque retóricamente haya deslindes. 

Ojalá que el México consciente le ponga un alto tanto a dicha iniciativa como al perturbador dictamen en materia de población. Y exija a los legisladores que se centren en lo que apremia y desgarra, la crisis humanitaria, sanitaria y económica; y demande que dejen de trastocar los valores seculares del pueblo mayoritario al que dicen representar.

Dedico este artículo con afecto y simpatía a Luis Donaldo Colosio Riojas que dijo magnánimo palabras de perdón hace unos días. También con cordialidad al senador Monreal, a quien conocí en sesiones de la Comisión Permanente allá por los años 1995-96, en un ambiente de acalorados debates sostenidos por Antonio Tenorio Adame y el suscrito, con adversarios políticos panistas y priistas como Juan de Dios Castro, Gabriel Jiménez Remus, Salvador Rocha; deseando rectifique y se centre en lo esencial.

P.D. Dio pena ver a secretarios y secretarias de Estado, gobernadores, presidentes de supremas cortes, festejando con entusiasmo, en pleno siglo XXI y en medio de una crisis sin precedentes, el viajar en un avión durante 11 minutos para arribar a un aeropuerto que solo cuenta con el nombre, y el ver que tres aviones comerciales, vacíos, aterrizaran como el primero en una vieja pista militar reencarpetada, después de estar dando vueltas en las cercanías durante tres horas. Siguieron el consejo de ser como niños para entrar en el reino de los cielos políticos. ¡Vaya manera de burlarse del pueblo!