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Mujeres migrantes afrodescendientes en México

Columnas
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Es común escuchar que en México no hay racismo; esta suposición no solo niega su existencia, sino que invisibiliza la interseccionalidad que juegan el clasismo y el género. En el marco del Día Internacional de las Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, conmemorado cada 25 de julio, es esencial retomar esta conjugación de factores que afectan profundamente a las mujeres afrodescendientes en el país, mexicanas, migrantes y solicitantes de protección internacional.

Para entender el racismo que existe en México, primero hay que reconocer su existencia. Apenas en 2015, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) cuantificó por primera vez a la población afrodescendiente en el país. Esta encuesta demostró que 1.16 por ciento de la población (más de 1 millón de personas) se identificaba como afrodescendiente. Para el Censo de Población 2020, el dato subió a 2.04 por ciento, mientras que la población migrante afrodescendiente también ha ido en aumento.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Gobernación (Segob), en 2021 se registraron 2 mil 034 eventos de detención de personas del continente africano, y de enero a mayo de 2022 suman mil 436.

En 2019, una encuesta del Inegi reportó que el 21 por ciento de las mujeres y el 24 por ciento de los hombres encuestados no alquilarían una habitación a una persona afrodescendiente, y el 11 por ciento de las mujeres y el 12 por ciento de los hombres no estarían de acuerdo con que su hija o hijo se casara con una persona afrodescendiente.

Por su parte, un estudio del Colegio de México en el mismo año señaló que las características físicas racializadas, particularmente el tono de piel, eran la principal razón de la discriminación. En un ejemplo, el dueño de un restaurante explicó cómo el color de piel determinaba dónde se sentaba a los clientes; declaró que la gente de piel más clara era acomodada en las mesas de afuera, mientras que la gente con piel más oscura “son escondidas en las mesas de atrás”.

En este contexto, ser una mujer negra en México significa batallar en contra del sexismo inherente en el país, el racismo soterrado y el clasismo que determina las oportunidades que tendrán en su paso por el territorio nacional y a lo largo de su vida. En la frontera sur (Tapachula), las experiencias raciales de las mujeres migrantes africanas se entrecruzan con sus roles, autonomía y capacidad para tomar decisiones, su acceso a recursos y la estratificación de género existente en sus países de origen.  

Organizaciones de la sociedad civil han señalado cómo las mujeres africanas realizan trabajos no remunerados como cuidado de niñas y niños, preparación de alimentos y lavado de ropa, mientras que los hombres son quienes caminan por la ciudad tratando de encontrar trabajo o esperando en filas interminables por sus procesos migratorios, convirtiéndose en los responsables de las interacciones de la familia con el Instituto Nacional de Migración (INM), lo que mina la agencia de las mujeres. Así, las coloca en situaciones precarias en relación con las autoridades migratorias, aun si la solicitud de asilo de la familia se basa en la persecución de la mujer, o si tiene una solicitud de asilo independiente por violencia de género.

Las mujeres africanas se enfrentan a numerosos obstáculos en la integración en Tapachula y son especialmente vulnerables en el contexto de la atención médica. Quienes dan a luz en hospitales públicos sufren discriminación, negligencia y violencia obstétrica-ginecológica debido a su raza. Esta discriminación incluye comentarios racistas y críticas a sus prácticas culturales. Además, los hospitales públicos no tienen intérpretes disponibles para explicar los procedimientos a los que serán sometidas y a menudo hay un acceso insuficiente a medicamentos.

En 2021, en el documento Nos tiene en la mira. El impacto del racismo anti-negro sobre las personas migrantes africanas en la frontera sur de México, la presidenta del Grupo de Trabajo de Expertos de las Naciones Unidas sobre las Personas de Ascendencia Africana, Dominique Day, señaló cómo los prejuicios raciales crean una discriminación generalizada, violencia racial y un menor acceso a los recursos que existen para las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo.

En Un viaje de esperanza: la migración de mujeres haitianas a Tapachula, México, E. Tendayi Achiume, relatora especial de las Naciones Unidas sobre las Formas Contemporáneas de Racismo, Discriminación Racial, Xenofobia y Formas Conexas de Intolerancia, resaltó las barreras sociales y legales que enfrentan las mujeres haitianas, y la discriminación racista y xenófoba que se encuentra en las estructuras, políticas y prácticas en México que a primera vista parecen ser neutrales.

“Cuando trato de salir, los automóviles no se detienen, aun cuando ven que estoy embarazada. Si tengo que ir al centro de salud, camino. No tenemos derechos aquí”, “Es como si la sangre que corre por sus venas no fuera la misma que la nuestra. Te miran como si no fueras nada porque eres negro”, compartieron a través del texto mujeres migrantes haitianas en Tapachula.

Una vez más, las fechas conmemorativas nos ayudan a recordar por qué es importante enfrentar y reconocer el racismo en México, y la relevancia de entender el panorama actual de los derechos humanos de las personas afrodescendientes en el país, más allá de su nacionalidad, estatus migratorio o género.

*Gestora de casos de familias transnacionales en el Instituto para las Mujeres en la Migración (IMUMI)