En la concentración del 18 de marzo en el Zócalo no hubo mayores novedades: el mismo acarreo, idéntico culto a la personalidad e igual derroche. Poca espontaneidad y mucha apariencia. Más de lo mismo.
En el discurso oficial sí hubo novedades: se aclaró la sucesión, se adelantó la fecha y se insinuó quién será la candidata. Hubo otras: una, la 4T está estrenando una nueva enemiga: Norma Leticia Piña, presidenta de la Suprema Corte. Pasaron de moda Lorenzo Córdova y Felipe Calderón. Fueron arrojados al basurero de la historia. Que no se confíen; pudieran ser sacados de él cuando haya necesidad.
Otra novedad: se rindió un homenaje a quien hace ochenta y cinco años promovió la expropiación petrolera: a Lázaro Cárdenas. En el discurso presidencial, si bien reconoció sus méritos, se resaltó un gran error: no haber resuelto en forma adecuada su sucesión: dejó el cargo a quien no era el idóneo. AMLO, como es perfecto, no incurrirá en el mismo yerro. Si bien no realizó una hazaña como la cardenista, pues ya se le fue el sexenio, sí se proyectará para siempre. Para ello le sobran méritos y no le faltan ganas.
Vistos los términos del discurso presidencial, resulta evidente que se ha operado un cambio en el sistema de elección del candidato presidencial de Morena. Esa es la gran novedad: no será por encuestas. Será por “dedazo” y éste se inclinará por quien, a juicio de AMLO, garantice la continuidad de la 4T en su integridad. Él, como destapador de “corcholatas”, no incurrirá en el mismo error en que cayó Lázaro Cárdenas, que prescindió de Francisco J. Múgica, un revolucionario radical, auténtico y con programa; finalmente optó por Manuel Ávila Camacho, un prudente conservador. Con éste concluyó un proceso revolucionario que pudo haber sido eterno. Gran error.
AMLO sí tiene el poder y la voluntad suficientes para imponer a quien, a su juicio, será la continuadora de su proyecto, de su querida Cuarta Transformación. Él no va a titubear. No hay ni habrá conservadores que se lo impidan. Olvídense de las encuestas. Los ciudadanos no están en posibilidad de discernir quién es una auténtica transformadora. Él sí.
El mensaje respecto de quién será el sucesor, si bien es evidente y ahora resulta claro, parece contradictorio; lo es por cuanto no aclaró si prescindirá o no de las encuestas y, si las hay, cuál será el valor del resultado frente a una determinación que parece ya tomada.
AMLO está envalentonado. No lo está por lo nutrido de la manifestación. Finalmente sabe que fue artificial y pagada, en buena parte, con recursos públicos. Lo está por cuanto a que sus informes de inteligencia, no de espionaje –los de la 4T no espían, eso fue propio de lo conservadores y corruptos revolucionarios–, le informan que para 2024 la oposición, ni unida ni desunida, levanta; que carece de candidato, programa y futuro. No esperaba recibir tan buenas noticias. Se frota las manos: hay 4T y AMLO para rato.
Claudia Sheinbaum, hasta ahora, se ha mostrado sumisa y obsecuente. A todo dice sí; se muestra ferviente partidaria del programa de la 4T y dócil a la voluntad presidencial. Secunda y aprueba todos los dichos de AMLO. En algunas ocasiones se observa precipitación el hacerlo; en otras, que tarda cinco o diez minutos para hacerlo. La tardanza no es por falta de ganas, es por deseos de buscar otras palabras con que decir lo mismo que ha dicho su jefe.
Ante la falta de encuestas y al haberse enterado que será el dedo presidencial el que determine el nombre del sucesor, Marcelo y Adán Augusto deben de estar preocupados: Marcelo, por haber mostrado ciertos rasgos de independencia e insinuado la necesidad de ajustes al programa de la 4T. ¡Qué atrevimiento! Adán, el pobre Adán, debe de estar preocupado por no entender qué esta pasando. Se niega a admitir que “su amigo y casi hermano” esté jugando con él. No lo creía capaz.
En otros tiempos, para realizar el destape de manera oficial, lo aconsejable era esperar a que la oposición diera a conocer el nombre de su candidato y definiera su programa político y económico. No es el caso. No hay ni uno ni otro. Claudia y Morena van por la libre.
AMLO y Morena no están seguros de ganar el gobierno y el legislativo de la Ciudad de México. Ese es un riego; y muy grande. Finalmente, si se gana la Presidencia, ya habrá modo de ponerle piedras y piedrotas en el zapato a quien resulte ganador de la Jefatura y de impedir el funcionamiento del Congreso local. No hay que dejarlos crecer. El PRI comenzó a perder la Presidencia de la República en el momento en que entregó a la oposición una gubernatura.
Los morenistas parten del supuesto de que el resultado de la elección les dará el control del Congreso de la Unión, pero dudan alcanzar mayoría calificada, la que les permita reformar la Constitución a su antojo y lograr imponer a sus candidatos a los puestos importantes, sin tener que negociar. Les preocupa dejar a Claudia problemas graves y sin solucionar, el más importante: una Suprema Corte de Justicia fuera de control.
Desaparecer a los actuales ministros de la Corte, tal como lo hizo Ernesto Zedillo, no lo hacen por falta de ganas; les sobran. En los actuales momentos de lo que carecen es de los votos en el Congreso de la Unión para hacerlo. Ven difícil conseguirlos en 2024.
Claudia, por propuestas y programa no se debe preocupar. Se los va a proveer su mentor. Tampoco por acarreados y votos, para eso está Morena y quien lo manda. Sus únicas preocupaciones serán: ser fiel a su amo, seguir sus indicaciones, dejarse guiar por él y recordar la frase que apareció en tiempos de Pascual Ortiz Rubio: “Aquí vive el presidente, el que manda vive enfrente.”
¡Al diablo las encuestas, que viva el “dedazo”!
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