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De víctimas a victimarias

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Nuevamente nos encontramos ante una lección de vida, donde una joven de 23 años es doblemente lastimada por un sistema que le arrebató su derecho a ser tratada como víctima de agresión sexual, con un trato digno y justo.

Roxana Ruiz Santiago, joven indígena originaria de Oaxaca, no debió nunca pisar la cárcel, ni tendría que haber vivido dos años de infierno demostrando que actuó en legítima defensa. 

Si su caso no hubiera logrado la atención social y mediática, tal vez sería una mujer más dentro del sistema judicial atrapada en el sexismo y castigada por defenderse.

Porque la figura jurídica de legítima defensa, no está creada desde el reconocimiento de que las mujeres también se pueden defender; porque, cuando ellas la toman en sus manos para salvar sus vidas, hay un sistema que las castiga por no ser las víctimas pasivas que se espera que sean.

Y esto es lo que enfrentó Roxana, por ello, pisó la cárcel y estuvo nueve meses acusa de homicidio, tiempo que nadie le recuperará, dos años para demostrar que fue víctima de violencia sexual y que a raíz de esto mató a su agresor.

Setecientos días, en los cuales la autoridad no aplicó la herramienta que tienen para juzgar con perspectiva de género, como lo señala la jurisprudencia de 2016 denominada “Acceso a la justicia en condiciones de igualdad”, que obliga a los tribunales locales, estatales y federales, así como militares y administrativos a juzgar desde el reconocimiento de la desigualdad estructural que viven las mujeres.

El incumplimiento de estas herramientas por parte de las y los juzgadores en nuestro país hace de la justicia un terreno fangoso para las mujeres.

Esta jurisprudencia, que tiene 7 años vigente, señala que un elemento para juzgar con perspectiva de género es Identificar situaciones de poder entre las partes involucradas. La autoridad del estado de México tenía frente a sí, a una víctima y un violador, y no lo quiso ver por lo que persiguió a Roxana como delincuente.

La falta de una buena actuación de la autoridad dejó pasar tiempo valioso para que los peritajes ginecológicos comprobaran el dicho de Roxana, y demostrar que actuó en legítima defensa, pero el prejuicio sexista no la escuchó. Ella desde que tuvo contacto con la autoridad declaró que había sido víctima de violación, tal como Yakiri en su momento. 

Ambas fueron desoídas por la autoridad, no fueron reconocidas como víctima y sino juzgadas como victimarias.

El prejuicio sexista daña sin duda, pero cuando este se entreteje en el actuar del poder judicial sus efectos son desproporcionados para la vida, la integridad y el futuro de las mujeres.

Corregir el camino le costó a Roxana dos años de su vida para demostrar que lo que hizo respondía a su derecho como víctima a la legitima defensa.

El no reconocer que las mujeres víctimas de violencia pueden actuar en defensa propia para salvaguardar su integridad y su vida, lleva una y otra vez a castigar a las mujeres por defenderse.

Roxana esta libre porque siguió peleando por hacerse escuchar, porque encontró eco en la sociedad, porque logró la atención mediática que hizo eco sobre la injusticia y castigo contra ella por defenderse.

Pero cuántas como ella habrá en las cárceles de nuestro país sin que sepamos, porque no existe información al respecto, y por la opacidad de las sentencias del poder judicial que pese a tener la obligación de publicarlas no lo hace. 

Por ello, aun cuando el día martes la jueza finalmente la absolvió del delito de homicidio que pesaba en su contra y reconoció que Roxana actuó en legítima defensa, ella no se siente del todo libre porque la familia de su agresor, aún tiene tres días para poder actuar y apelar esta resolución.

Y se puede entender el miedo que esta joven vive, no solo por esta acción legal y el sexismo que ha padecido, sino por las amenazas e intimidaciones que ha vivido en estos años, y especialmente en la última etapa del proceso penal, por lo que garantizar su seguridad, la de su abogado y su hijo, son deber de las autoridades mexiquenses.

No hay que dejar sola a Roxana como tampoco la exigencia para que el poder judicial termine ya con el doble racero que alimenta la justicia patriarcal y castiga la legitima defensa de las mujeres al transformarlas de víctimas a victimarias.