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· Hablo por mi diferencia o No me hallo

Uno

Quiero hacer un comentario a propósito del poeta chileno Pedro Lemebel. Lo hago a partir de la pregunta: ¿cómo opera la resistencia y la memoria en la poesía? En un Zapping anterior hice una referencia al libro El arte de la resistencia de James Scott. Vuelvo él, brevemente. Resistir es un arte, y esta resistencia opera a través de dispositivos como la poesía, cuya arma es la metáfora.

En Manifiesto. (Hablo por mi diferencia), Lemebel testimonia el fin de la dictadura chilena. Ese es su contexto: dictadura y revolución. Su caída muestra una persistencia: la discriminación. Esa es la metáfora. Esa es la queja, la estrategia de resistencia de Lemebel. Su condición homosexual, su estereotipación, la discriminación no concluye por decreto ni por el arribo de las izquierdas. No. Continúa a pesar del discurso del hombre nuevo, de un nuevo mundo después de las dictaduras.

Así lo expresa:

¿Y entonces?

¿Qué harán con nosotros, compañeros?

¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos

con destino a un sidario cubano?

(…)

Por eso, compañero, le pregunto

¿Existe aún el tren siberiano

de la propaganda reaccionaria?

Dos

El poema es un lamento. Muestra una ruptura, la caída de la dictadura; y una continuidad, la discriminación al homosexual. “¿Qué harán con nosotros, compañero?”, dice el poeta, pero quiere decir: “Compañero comunista, no eres un nuevo hombre”. Son las contradicciones de un programa revolucionario, las persistencias ancladas en sociedades patriarcales a las que no les importa más diferencias que las de clase, aquellas que señalan la pobreza material (y qué bien), pero obvian la espiritual.

Ante ello, el poeta cuestiona, resiliente: “Por eso, compañero, le pregunto”, y al hacerlo resiste, se opone al poder avasallante de una sociedad nueva que se construye sobre los restos del viejo régimen, restos como éste que aún se sostienen, recordando una forma de ser encallada en viejas estructuras mentales.

Tres

El poema de Lemebel me recordó la vida y obra del artista plástico cubano Servando Cabrera Moreno. También sufrió discriminación por declararse abiertamente homosexual, a pesar de la aspiración revolucionaria por un hombre nuevo. Servando Cabrera experimentó rupturas en su obra, pues una parte de ella canta a la Revolución, es épica; pero otra parte, posterior a su obra épica, explora los cuerpos humanos, su sexualidad abiertamente homoerótica.

Conocí la obra de Cabrera en un viaje a Cuba. Visité el Museo Nacional de Bellas Artes en La Habana, y en esa misma ciudad la Casa del Alba y Casa de las Américas. Además, el Museo Servando Cabrera, que resguarda la memoria artística del pintor. Sus huellas pictóricas testimonian las contradicciones de la Revolución, algo así como una relación conflictiva: por un lado, la esperanza de un cambio drástico de las condiciones materiales cubanas, ponderando las clases populares; pero el desencanto ante, otra vez, la idea del hombre nuevo, ese que surge de la Revolución, pero que nada quiere saber del diferente.

La obra de Servando es un refugio, su refugio, que lo testimonia y representa diferente, y que muestra, cual arco narrativo, el desarrollo de su persona y de su personaje como metáfora de la Revolución.

Cuatro

Entre los compas un día me rolaron el disco o caset No me hallo, álbum de El Personal. Se trata de un grupo de rock, foxtrot, reggae y lo que resulte, originario de Guadalajara. En el imaginario esa ciudad está llena de contradicciones. Aunque, ¿qué ciudad no lo está? Buena parte del pensamiento conservador ahí se asienta. Pero también artistas de avanzada, irónicos e irreverentes, disonantes del espacio que los alberga.

Julio Haro, vocalista y letrista de El Personal, se burló de esa sociedad que lo vio crecer, y defendió a través de la música su homosexualidad. Lo hizo de manera jocosa con sus letras, en las que siempre se asumió outsider, un caminante de las calles tapatías, llenas de jotos, como reza una de sus letras.

Su primer disco, y único grabado en estudio con la voz de Julio Haro, significó una bocanada de aire fresco para el rock mexicano. Supo amalgamar música chingona con un discurso político resistente, es decir, contra las buenas conciencias que avasallan desde cualquier tipo de institución social, incluido el arte.