Volvamos a octubre de 1977 justo hace 40 años y al retroceder el tiempo recordemos lo que España olvidó. La primera que el franquismo fue un engaño, una dictadura que separo a los españoles, primero con la guerra civil que creo el exilio y después como los parias de Europa que migraban hacia donde pudieran probar fortuna, los que se quedaban era a callar y aceptar lo dado: a persignarse ante el cura; a cubrir las apariencias; a ver la España sin diferencias con un solo “caudillo por la gracia de Dios” como era el lema. A mentir con estadísticas de prosperidad para hablar de un milagro español que solo existía en los titulares de los diarios y en los bolsillos de la oligarquía.
El pacto de la Moncloa fue un momento de la vida española donde las fuerzas políticas permanecían vigentes, pero envejecidas por el tiempo: un Juan Carlos casado con una noble de un reino desaparecido y sin fortuna personal para encarar su tren de vida. Una oligarquía española que no ocultaba su ineptitud para encontrar entre los vejetes serviles de Franco, alguien que los retornara al viejo orden. Una oposición en mayoría que ya no podía permanecer en la clandestinidad porque era inocultable y los garrotes y torturadores no podrían darse a vasto. En otro plano la vieja oposición republicana volvía con bastones y los jóvenes tenían un nuevo discurso de izquierda pero no deseaban volver al pasado, de hecho cuando arribaron las elecciones españolas los partidos históricos se quebraron y quedaron como respetables minorías, que siempre estarían hasta la muerte de sus viejos dirigentes y sus partidos.
El Pacto de la Moncloa fue un hijo de la necesidad, como se dijo en esos tiempos y de ahí se llegaría a la necesidad de acuerdo, pues a fin de cuentas eso es un pacto. Para comenzar había que llenar la mesa con los ausentes que eran la mayoría y ceder sin llegar a entregarlo todo. El ejército liquidado a su interior por el propio caudillo al que le impuso lo más inepto como mandos para que nadie le hiciera sombra. La Iglesia siempre servil pretendía esconderse tras del Concilio Vaticano II que termino ratificando todo lo que era necesario desplazar y llegaría dos años después un Juan Pablo II para volver a la iglesia más vertical, autoritaria, tradicionalista y negadora de toda innovación como marcaba el signo de los tiempos y la nobleza arruinada, pues eran los parientes pobres de los europeos, requerían por tanto de fortalecer al nuevo Estado para lucrar de él
A su vez la oposición planteaba retomar los temas centrales que habían quedado en al mesa desde 1939 y añadirle las nuevas demandas. El regateo comenzó, Reino pero con representación parlamentaria y marco constitucional flexible, pero donde el Rey no sería puesto a discusión por ser el supuesto “arbitro” entre las diferencias. Reforma política y legalización de las fuerzas opositoras hasta atomizarlas en multiples partiditos, que obligarían a su vez a negociar con los grandes. Reestructuración de la burocracia y del ejército que requerían urgentemente de modernizarlos. Libertad de cultos y emergencia de otras creencias y en medio de ellos el destape, la porno y el porro, negociado a cambio de la supresión de la tortura y de la recuperación de las libertades públicas. En todo esto se incluyeron el problema de las autonomías, dejadas tan solo en el plano de gobierno local, pero dependiente de Madrid en el plano fiscal centralizado que arrebataba la riqueza a las provincias. Dejaba el campo en el más completo abandono, salvo para el sector moderno con tecnología y concentración. Mientras que el sector tradicional terminó absorbido por las ciudades y finalmente era necesaria la identificación con Europa de la que había estado divorciada.
Nadie quedo feliz con el acuerdo, pero al menos todos quedaron y ninguno desapareció. La mesa desde entonces esta servida y oscila entre el Partido Popular herencia del ex ministro franquista modernizador del viejo régimen, Gabino Fraga y el PSOE una amalgama entre ingenuos y oportunistas deseosos de probarse en el poder y por tanto de sus privilegios, por lo que la corrupción se hizo pronto presente. De la recuperación de España se encargo el exterior que volcó sobre la península ibérica sus inversiones y mientras tanto los sectores financieros se volcaron sobre America Latina y establecieron acuerdos con los gobiernos autoritarios de la época los primeros de modo ventajoso.
España se obnubilo, para comenzar olvido su pasado de exilios, los afortunados en el exterior sacaron sus capitales y los llevaron a España, los viejos volvieron tan solo a morir y los entonces jóvenes se dedicaron al presente de la dolce vita. Donde la dinámica era si había prosperidad eran de izquierda, si había crisis que la derecha la enderezara, pero ese juego se acabo. Por supuesto España importó ahora sus esclavos de las ex colonias y los trajo para hacer los trabajos que nadie quería hacer. Pero toda transición conduce a algo que no es previsible y durante 40 largos años los temas centrales se han echado de lado.
Estos dilemas vuelven de sus raíces ya olvidadas y son: Reino o República. Hegemonías de las oligarquías nuevas y modernas o nueva representación que atraviesa por el desplazamiento de la vieja clase política. Mantenimiento del estatuto endeble de las autonomías administradas en sus riqueza por Madrid o Autonomías que recuperen la identidad y pertenencia de sus naciones, antes de que el colapso llegue y ocurra algo semejante a la URSS o la desaparecida Yugoeslavia. Sociedad plural o pluralista, donde al primera es condición de toda nación, pero la pluralidad como decía Sartori es la adhesión a la diversidad y solo se produce en un dialogo permanente y eficaz. Unidad por el ejercicio de la violencia legitima, que seria la muestra de un Estado débil o construcción de nuevos acuerdos.
Hoy el pretexto es el legitimo derecho de Cataluña, mañana será la península la que frente a los ineptos mostraran que todos son minoría, que el gobierno actual de Rajoy es espurio, pues no representa a la mayoría de los españoles. Que ya dejen de decir que el dilema es España Unida o el caos de la independencia. Nada tienen en realidad que ofrecer, las elites mismas están divididas. La Unión Europea es una colección de sociedades plurales que reclama pluralismo y la decadencia institucional es evidente desde el orden constitucional que las preside. En medio de ello, el mundo continua en una profunda crisis producto del endeudamiento interno y externo, del déficit fiscal creciente, de una excesiva concentración de la riqueza en pocas manos, de la exigencia de una profunda reestructuración productiva. Ante un mundo insepulto al que hay que darle una buena patada para que caiga sobre su tumba. Después de esto ¿que podrá hacer el reyecito y Rajoy? ¿envolverse en la bandera y salir a festejar la represión sobre Cataluña?,¿depositar en el ejército a las instituciones para que surja otro Franco? o encarar la peor crisis que ya se mira que inundara al mundo para exigirnos a todos definiciones y entonces dirán: ¡Españoles todos, a pagar sus deudas!