No perder la capacidad de indignación

Editorial
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Los asuntos políticos en Chiapas no caminan bien. La descomposición que vive la sociedad afecta los diversos ámbitos de la vida y las consecuencias se observan tanto en los espacios sociales en condiciones de vulnerabilidad como en los espacios de mayor educación como pueden ser las universidades o los partidos políticos.

 

Lo que viene sucediendo en la disputa por las candidaturas a gobernador en los partidos resulta patético. Hay aspirantes que son representantes de la coprocracia, que creen que hacer grilla y movilización de personas apoyado con dinero y dádivas es hacer política.

Pero también la indiferencia y la pasividad gubernamental reduce la mejora de la cultura política de las personas, en virtud de que no hay respuesta de las demandas aún y con la protesta social. Por ello la coprocracia, representada por el gobierno del excremento, reducen e inhiben la construcción de ciudadanía y limitan la ampliación de los derechos.

La peor situación de un gobierno de los peores, que establece su “legitimidad” a través de la cultura de la dádiva y la compra del voto, es cuando sin cuestionamiento de ningún tipo se acepta la prohibición del derecho a decidir y a elegir a las autoridades. Y esto es lo que precisamente viene sucediendo en Chiapas, donde el gobernador distribuyó sus piezas en las diferentes alianzas o coaliciones.

Pese a la influencia electoral por el control del voto del hambre, el divorcio que hay entre el gobierno y la población es inocultable, en el que se perciben estados de ánimo exacerbados en las críticas a las deficiencias del gobierno, lo que evidencia que las emociones predominan sobre los argumentos y los razonamientos sobre el ejercicio del poder.

A meses de que concluya la gestión, la población percibe,  como herencia del actual gobierno, a la indiferencia, la irresponsabilidad, la corrupción, la frivolidad, la ineficacia, el despilfarro, la ilegalidad, la opacidad, los engaños, los caprichos y la  impunidad, situación que ha desnuda a un gobierno sin rumbo y sin resultados, en el que la pérdida de legitimidad ha sido creciente y en donde el desempeño del gobernador ha sido evaluado con la calificación más baja de los gobernantes del país.

El futuro inmediato de Chiapas no es nada halagüeño, en virtud de que no existen políticas de contención que mitiguen la crisis económica que hay y que los pronósticos indican que el próximo año va a ser peor, lo que significa un duro inicio para el que logre la gubernatura.

Por ello, aunque parezca normal que en las instituciones se tomen decisiones aberrantes, no se debe de perder la capacidad humana de la indignación; sobre todo porque la dignidad es el punto de partida del principio de los derechos humanos.