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Los candidatos del gobernador

Editorial
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La incertidumbre electoral y la pasión que viene desatando las elecciones del 1 de julio, está escalando a un punto en el que la violencia se puede convertir en el método para dirimir las diferencias políticas. De llegar a esta situación, el deterioro social será mayúsculo y la política, como ciencia fundamental para la construcción de sociedad, habrá perdido todo sentido en la entidad.

 

Hasta ahora el interés de actores políticos en torno de la figura del gobernador, en su ambición en la lucha por el poder, ha sido el de alimentar el encono, las intrigas palaciegas, el de financiar la guerra sucia y los ataques anónimos, en el que se perdió de vista, en que se viene alimentando la división y el enfrentamiento entre los chiapanecos, en donde resulta previsible que el ganador de la gubernatura tendrá difíciles condiciones de gobernabilidad y se prevé varios municipios con conflictos poselectorales.

La obsesión en este momento está en cómo ganar la contienda y hay poca propuesta sobre el interés fundamental de cómo gobernar un Chiapas fragmentado, con una profunda crisis social y financiera. La estrategia de cómo ganar no tiene pierde; con carretadas de dinero para cooptar el voto del hambre y utilizando la estructura gubernamental de los programas sociales. Al respecto, se calcula que Fernando Castellanos gasta como mínimo 3 millones de pesos por evento y al día organiza más de tres eventos, situación que significa que con diez días de campaña ya rebasó el tope de campaña.

En las elecciones en Chiapas hay una crisis grave de legalidad, que pareciera no tener relevancia para el gobernador, quien cada vez se involucra de manera abierta en el control de las elecciones, pues está convencido que solo el triunfo de su candidato le garantiza la inmunidad a él y a su madre.

Por eso de manera reiterada se repite que el gobernador es el responsable directo de la zozobra electoral que se está viviendo en la entidad. Para ello intervino para que el tribunal electoral reconociera la candidatura de Fernando Castellanos y a través de un acuerdo con Andrés Manuel López Obrador, se aseguró del control de las candidaturas a los puestos más importantes de elección popular de ese partido.

Para amplios sectores de la población el proceso electoral está convertido en un cochinero. Se descuidaron las formas y ahora de manera absurda se pretende cancelar el debate entre los candidatos a la gubernatura, todo para proteger a los candidatos del gobernador, Rutilio Escandón y Fernando Castellanos, quienes son cortos de ideas y carecen de un programa coherente para gobernar la entidad en los próximos seis años.

Los tiempos electorales prácticamente ya se agotaron y la indefinición política continúa con altos riesgos para la gobernabilidad de la entidad. Pero esto no lo quiere entender Manuel Velasco, quien está obsesionado en colocar como su sucesor a Fernando Castellanos, quien no crece en el ánimo de la población, y ante esta situación, de jugar con un mal candidato, el gobernador se inclinaría por un plan “B”, Rutilio Escandón, lo que ocasionaría para Chiapas consecuencias fatales.