En Chiapas hay un malogrado gobierno en todos los sentidos: hay un déficit de gobierno, de legalidad, de transparencia, de atención a las demandas ciudadanas y junto a estos déficits hay excesos de frivolidad, de indiferencia, de irresponsabilidad, de caprichos, de corrupción, despilfarro e impunidad.
En su caminar, el gobernador no ha cuidado las formas y de manera reiterada, con sus decisiones y ocurrencias, ofende a la sociedad chiapaneca. Así ha sido en el nombramiento de funcionarios del gobierno, de autoridades universitarias, en el manejo y conducción de la ciencia y la tecnología en la entidad, en el respaldo gubernamental a candidaturas para diputados y presidencias municipales, así como en la entrega de premios y distinciones a personalidades que entrañan un desempeño por demás polémico, lo que generan voces de protesta.
En el mes de febrero, cuando en la UNICACH intentaron que se le entregara el Doctorado Honoris Causa al General Salvador Cienfuegos, la protesta fue significativa, que originó que se pospusiera por tiempo indefinido la ceremonia. Lo mismo sucede en estos momentos con la desatinada decisión del Congreso Local, de otorgarle al exgobernador Patrocinio González Garrido, la Medalla Miguel Álvarez del Toro, que desató la indignación de diferentes grupos, que recordaron la práctica represora y de violación a los derechos humanos que se vivió durante ese gobierno.
Lo invisible de los lazos del poder, no permiten entender cuál es el motivo de sacar de su retiro político a Patrocinio González Garrido y entregarle una distinción que obviamente iba a generar rechazo y golpeteo a su figura. Sobre todo porque la gestión autoritaria del exgobernador provocó muchas heridas, que no fueron atendidas en su momento. Se friccionó con la Iglesia católica encabezada por Don Samuel Ruíz; persiguió y encarceló a líderes indígenas y campesinos; en su gobierno se suscitaron varios asesinatos bajo extrañas circunstancias que a la fecha permanecen en la impunidad; y terminó distanciado con algunos de sus colaboradores y con grupos políticos de la entidad cuando decidió abandonar la gubernatura, dejando como encargado del despacho al más gris y manipulables de sus colaboradores.
Al gobierno de Patrocinio González se le recuerda por el principio del imperio de la ley. Sin embargo, la aplicación de la ley durante ese período se asemeja más al abuso del poder que a la aplicación del Estado de derecho, algo que no puede borrarse en automático de la memoria de las personas y menos cuando se pretende realizar un reconocimiento, que el propio exgobernador debió de rechazar, pero su megalomanía lo terminó engañando y ahora se encuentra sometido al escarnio de quienes alguna vez gobernó.
Patrocinio González Garrido no está ajeno de los sucesos políticos de Chiapas; está bien informado y lee con frecuencia la prensa local. Sabe que Manuel Velasco Coello carece de legitimidad, que hay una miseria de gobierno y que el rechazo popular a su administración está generalizado, lo que le iba a ocasionar las críticas a su persona. Por eso resulta inentendible lo improvisado de ese reconocimiento, a menos de que ya haya hecho sus cálculos del retorno de la familia al poder y desde ahora esté pensando que su hija Josefa tiene posibilidades para la gubernatura en el 2024.
