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Sin ideas de la educación en Chiapas

Editorial
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Chiapas padece un grave problema de calidad educativa en todos los niveles, por eso desde hace varios años obtiene los niveles más bajos en el logro educativo en el país.

 

Este problema lo conoce el gobierno y todas las autoridades educativas, pero hasta ahora no se ha planteado la posibilidad para establecer un acuerdo educativo en la entidad, que conduzca a la mejora de los aprendizajes y de los resultados escolares de los educandos. Desafortunadamente Chiapas tiene a miles de niños, niñas y adolescentes que no asisten a la escuela, pero también tiene un poco más del millón de estudiantes que sí van a la escuela, que no están recibiendo una educación de calidad.

Algo que está ausente en el sistema educativo nacional, que en Chiapas está más agudizada, es la carencia de la formación ciudadana, lo que implica a la vez una ausencia de prácticas democráticas. El papel de la educación y de la escuela son de una importancia significativa para la formación de una cultura democrática, en virtud de que la democracia y la ciudadanía se construyen sobre procesos de aprendizajes, en donde la noción amplia de la política debe ser incorporada en el ambiente escolar, con la finalidad de que la relación de profesores-alumnos-directivos-familia, generen procesos de inclusión, solidaridad, diálogo, participación, respeto a la pluralidad, toma de decisiones no autoritarias, prácticas de igualdad entre hombres y mujeres, responsabilidades sociales en el cuidado ambiental y se fomente la justicia y la no violencia como principios de una cultura para la paz.

Esta percepción de la educación permite entender la incorporación de la construcción de ciudadanía y los derechos humanos en los procesos de formación escolar no como la finalidad de reproducir saberes sino  fundamentalmente como “un proceso de construcción de los sujetos en una comunidad política.” 

Sin duda, la escuela tiene como uno de sus objetivos educativos la de fomentar valores como el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la responsabilidad, entre otros valores, sin embargo la realidad de la violencia que se vive en las aulas se está convirtiendo en parte de la vida cotidiana entre alumnos y profesores, por lo que la violencia escolar debe ser considerado como un motivo de alarma social, que dificulta el fomento y la puesta en marcha de una cultura de paz.

Esta preocupación parece no estar presente en el común de los docentes chiapanecos, quienes tienen una experiencia de lucha política de 39 años, en el que no se consolidaron prácticas democráticas y menos una cultura democrática, situación que origina que en el movimiento magisterial –que tienen demandas legítimas-, se confundan decisiones autoritarias y métodos que promueven la violencia como decisiones democráticas sólo porque fueron acordadas en un asamblea sindical de maestros.

Pero esta falta de cultura democrática no es exclusiva de profesores de educación básica o de educación media, también está presente en los docentes universitarios, quienes de manera recurrente han dado muestras de pasividad cuando desde el exterior les imponen a las autoridades universitarias que carecen de condiciones académicas. Esta es una historia que se repite en la UNACH y que hoy mismo está viviendo la reproducción de su historia, en el que desde el gobernante en funciones o del gobernante electo o entre ambos, se está maquinando la imposición de un rector que no forma parte de la comunidad universitaria, y que con dudosas credenciales académicas -pues carece de posgrados, de publicaciones, de experiencia en investigación, de trabajo docente, de vinculación universitaria y de una idea clara sobre la función social de la universidad-,  se pretenda mediáticamente construirle un currículum académico del que carece.

Las ausencias de una educación para la democracia y en la democracia se están pagando a un costo demasiado alto en la sociedad chiapaneca, quien tiene los Índices de Desarrollo Humano del África Subsahariana y los gobernantes continúan cometiendo los mismos errores, de ignorar y despreciar el trabajo académico, y de pisotear uno de los principios de la educación, que es el de formar sujetos capaces de transformar y mejorar los entornos sociales que nos rodean.