La nueva relación con el gobierno

Editorial
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Hoy concluye el sexenio de Manuel Velasco y termina en medio del rechazo, la desaprobación y las críticas, no sólo por sus resultados sino por los incumplimientos de pagos a los maestros, a los trabajadores del sector salud, a los prestadores de servicios y a los contratistas de obra.

 

Lo paradójico de este fin de sexenio, es que los aplaudidores de su gobierno, los que buscaban adjetivos para halagarlo, los que promovían sus giras y boletines y recibían los apoyos gubernamentales, hoy son sus más recalcitrantes críticos.

Los mismos personeros que le rendían a diario pleitesía se alejaron, y hoy no saben cómo condescender con Rutilio Escandón, a quien lo llenan de elogios y le encuentran virtudes que nadie las había descubierto anteriormente.

Chiapas vive el ceremonial del cambio de gobierno, y el viejo principio de “Muera el Rey y viva el Rey” no se hizo esperar como parte de una tradición política  que no corre riesgos por la innovación, que no es emprendedora y que no se caracteriza por desarrollar una cultura regulada por principios éticos.

Los problemas del desarrollo en Chiapas no sólo son económicos, pues también se vive una crisis de gobernabilidad, que amenaza desbordarse socialmente. Esta situación compromete al próximo gobierno, pues gran parte de los problemas de la entidad quedaron sin resolverse y los ánimos se encuentran exacerbados en distintos grupos, lo que hace que la violencia se encuentre a flor de piel y que en cualquier momento puede llegar a estallar.

El nuevo gobierno lo primero que debe aprender a reconocer es que las críticas son lo que permiten un mejor desempeño de gobierno y por lo tanto la crítica no son producto de la enemistad. En este sentido no todos los que se expresen bien del funcionamiento del gobierno son amigos ni todos los que lo critiquen son enemigos. Esto que parece una perogrullada no lo es, sobre todo porque la ausencia de la crítica es sinónimo del autoritarismo en el gobierno.

Chiapas ha vivido largos períodos de silencio y complicidad de los medios con el gobierno y eso ha generado una ausencia de contrapesos, que terminaron siendo dañinos para la sociedad, y al final, también fue negativo para el gobernante, en donde no hubo límites para el ejercicio del poder.

La prensa debe ser un contrapoder para el gobernante, que debe tener claro que está siendo vigilado de manera permanente y que ante cualquier irregularidad, fácilmente puede ser expuesto al escrutinio público de la población. Pero más allá de esta reflexión, la autoridad debe saber que no es intocable y que no está por encima de la ley; que el tiempo de los súbditos ya fenecieron y ahora es el momento de los ciudadanos, que son capaces de cuestionar al gobernante y señalar que las cosas no se vienen realizando con la transparencia debida.