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Ineficacia y violencia en Chiapas

Editorial
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En Chiapas, desde el momento en que fueron interrumpidos los diálogos para la paz entre el Estado Mexicano y el EZLN, no ha existido un nuevo intento por construir un plan de paz para la entidad, a pesar de que todas las organizaciones sociales en las regiones Selva, Norte y Altos se encuentran fuertemente armadas, lo que genera constantes brotes de violencia en gran parte de ese territorio.

Gran parte de la violencia armada fue creada por el Estado quien, durante el gobierno de Ernesto Zedillo, financió la formación de grupos paramilitares con el fin de confrontarlos con los grupos afines al zapatismo, y crear así un ambiente y un discurso que señalara que los conflictos en Chiapas se debía a la existencia de enfrentamientos intercomunitarios. De esa manera se buscó eximir al Ejército de toda responsabilidad del clima de violencia que se generalizó en la entidad.

En lo que va del año se han presentado cuatro agresiones armadas con su dosis de muertos y heridos. Dos de ellas fueron en el municipio de Aldama, provocada por grupos paramilitares de Santa Martha en Chenalhó y ayer se presentaron otros dos enfrentamientos;  el del municipio de Amatán y en Yajalón, en ambos hubo la presencia de grupos paramilitares.

Paradójicamente el gobierno de Rutilio ha recibido dos recomendaciones por parte de la CNDH, originada por la desatención a los desplazamientos forzados provocados por los grupos paramilitares de Chenalhó, que viene afectando a más de 5 mil personas, la mayoría niñas, niños y mujeres, de los municipios de Aldama, Chachihuitán y Chenalhó. En ambas recomendaciones se le otorga un plazo al gobierno de Chiapas para establecer un plan de pacificación en la región y a garantizar el desarme de los grupos paramilitares.

Todos estos problemas eran previsibles y Rutilio Escandón estaba obligado a tomar las medidas adecuadas para evitar el desbordamiento de estos conflictos. Sobre todo porque del 1º de julio que ganó las elecciones, al 8 de diciembre que tomó posesión como gobernador, tuvo cinco meses para definir estrategias y acciones de una agenda para Chiapas y de un plan de gobierno, que garantizara desde el primer minuto tomar decisiones para evitar los problemas que se están viviendo.

En estas primeras cinco semanas de la nueva administración queda claro que el gobernador Rutilio Escandón no conoce las problemáticas del Estado ni tiene identificados los puntos de conflicto que hay en la entidad, que son más de 600, con distintos niveles de conflictividad. Pero también queda claro que no logra constituir un gobierno y que no tiene una agenda para Chiapas, que le permita adelantarse a los problemas.

Él lo ha reiterado en distintas ocasiones, de que va a gobernar de acuerdo a las acciones que defina el gobierno de la república para Chiapas. Y desde ahora se le dice a Rutilio Escandón que eso no es gobernar, porque Andrés Manuel López Obrador tiene un plan que pretende mejorar algunas condiciones en el futuro de la entidad pero no para resolver los problemas del pasado, que tienen que atenderse en virtud de que esos problemas son determinantes para definir el rumbo del presente y futuro de Chiapas.

El riesgo que tiene este gobierno es que ante la falta de atención y la inacción de los funcionarios se generalice la violencia.