¿Cuál es el Chiapas que se quiere vivir?

Editorial
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La violencia y la inseguridad se viene apoderando de la información que se comparte en las redes sociales, como una forma de mostrar lo que sucede en varias comunidades de la entidad, que las autoridades se resisten en confirmar, como lo mencionó el gobernador del Estado en una reunión de seguridad, en donde dijo vamos bien pero puede estar mejor.

Frente a ese señalamiento, la percepción de la gente es que no vamos bien y con lo que se viene haciendo en materia de seguridad no se puede estar mejor. El gobernador del Estado puede estar mirando su propia realidad, pero esa realidad no corresponde con la percepción generalizada de la población, en el que se considera que la inseguridad está creciendo.

En estos momento en Chiapas no existe un programa estatal de seguridad, no existe un programa de fomento al empleo, no existe un programa de estímulos para el crecimiento económico, no existe un programa de salud, de educación y de fomento a las actividades agropecuarias. En este momento lo que hay en Chiapas es un gobernante de ocurrencias, que sólo está a la espera de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador eche a andar sus acciones de política social para subirse a la campaña y promoción de estos apoyos.

En los últimos días hemos sido testigos de la violencia en Amatán, la inoperancia en las acciones para prevenir el desplazamiento interno, la inacción en el pago a los maestros, los homicidios de empresarios gasolineros y de activistas y luchadores sociales, las amenazas de linchamiento en Pueblo Nuevo y la violencia en San Cristóbal de Las Casas; hemos visto el crecimiento de los feminicidios y a la vez hay una preocupante incertidumbre sobre la detención de los presuntos responsables de delitos que la policía ha incriminado. Lo extremo de esa incertidumbre está en la duda del supuesto suicidio de una joven profesora en el puente de Tonalá- Arriaga.

El gobernador  no está comunicando adecuadamente a la sociedad chiapaneca. Su discurso se percibe hueco, demagógico y con muchos cliché que hacen referencia al presidente de la república.

Estos primeros 60 días de la administración de Rutilio Escandón y se dice claramente administración y no gobierno, en virtud de que no hay gobierno, debe conducir a una reflexión que convoque a amplios sectores de la población para definir el Chiapas que se quiere vivir. En estos 60 días ya se mostró una cara del Chiapas que no se debe vivir. Pero más grave aún, la entidad arrastra 12 años de desaciertos en el ejercicio del poder y se corre el riesgo en que ese período se convierte en 18 años, si no se cambia el rumbo del quehacer político en Chiapas.

La historia de las malas decisiones y las consecuencias de ellas ya se conocen en la entidad. Continuar en ese camino es cerrar toda posibilidad de mejora de las condiciones sociales en Chiapas y caer en el desafortunado espiral de la degradación política de los gobiernos.