Lejos de un cambio de gobierno

Editorial
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La descomposición social y política del Estado en Chiapas no es un hecho reciente. Más bien es un proceso de varias décadas atrás, en donde el propio levantamiento armado del EZLN hizo evidente que el Estado en la entidad se había agotado y que el sector gobernante había fracasado. El movimiento zapatista mostró que era necesario construir una nueva clase política, que no sólo renovara el funcionamiento del Estado sino que le diera otro sentido a las formas de convivencia.

25 años después de ese levantamiento armado, las condiciones sociales en Chiapas se han deteriorado aún más, en donde se incrementó la pobreza y no se han resuelto los problemas de educación, salud, impartición de la justicia y desigualdad social, aún y cuando la federación canalizó durante estos años un presupuesto multimillonario, en los últimos tres gobiernos de la entidad el presupuesto ejercido supera los 900 mil millones de pesos, lo que debió de haber sentado las bases de un nuevo tipo de desarrollo que cambiara los rumbos de Chiapas y sin embargo eso no sucedió.

Las pasadas elecciones representaron otra oportunidad para la renovación de la sociedad chiapaneca, así debía de entenderlo Rutilio Escandón, quien terminó siendo el candidato del Movimiento de Renovación Nacional y gobernador de la entidad, pero en las cinco meses que lleva este gobierno, resulta claro que dista mucho de ser el gobernante que Chiapas requiere o bien que no entiende del todo el papel histórico que debiera de cumplir.

Los sucesos de violencia armada en los municipios de Aldama, Chenalhó, Amatán, Chilón, Yajalón y Venustiano Carranza, así como los asesinatos políticos del activista Sínar Corzo y de Noé Jiménez Pablo, líder de la MOCRI CNPA, muestran que en Chiapas no existe el Estado; es decir que hay una ausencia peligrosa y preocupante de los tres poderes. Y peor aún, que en todos estos sucesos hay una omisión grave de las autoridades, porque todos esos hechos de sangre eran previsibles y por lo tanto se debieron de haber evitado.

El gobierno de Rutilio Escandón en lugar de reconstituir el papel del Estado en la entidad, está a punto de darle el tiro de gracia, pues se continúa actuando con los mismos métodos del viejo PRI, publicitando éxitos fantasiosos, en el que asegura que se mejoró la seguridad, la educación, la salud y que se acabó con la corrupción en Chiapas. Todos estos representan problemáticas que no pueden mejorarse en cinco meses ni en los seis años que dura la administración.

En la descomposición social que vive Chiapas nadie está a salvo. Los problemas de gobernabilidad se mantienen latente y puede agravarse si el magisterio decide prolongar su protesta que inicia el 1 de mayo; la inseguridad se incrementó y se corre el riesgo de mayor número de enfrentamientos armados y de ejecuciones como las recientes del fin de semana en Julián Grajales y la de ayer en Tapachula; las caravanas de migrantes están produciendo un discurso de rechazo y de criminalización, situación que puede generar violencia. Bajo estos escenarios no pueden haber discursos triunfalistas y menos de autoelogios.