Lejos de un gobierno de transformación

Editorial
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Las formas que utiliza el gobernador para hacer política en Chiapas resultan a todas luces inconveniente. Rutilio Escandón definió una estrategia política encaminada a que todos los problemas de la entidad los resuelva el presidente y se busca hacer creer que con la buena relación que hay entre ambos Chiapas está a salvo. A su vez, el secretario de gobierno mantiene en su alrededor un aparato mediático en el que se muestra como el hombre fuerte del gobierno y que él es quien toma las decisiones políticas en el Estado.

Sin embargo la realidad en la entidad es otra y sus problemas no se van a resolver con los programas del presidente por muy exitosos que sean. Sin embargo con esa subordinación del gobierno de Chiapas a la presidencia de la república deja en claro la existencia de un aparato público sin rumbo ni cabeza, que no prevé los conflictos que se multiplican en el territorio,  en donde no hay una política social y de combate a la pobreza; no hay un programa para la recuperación económica y de fortalecimiento a las actividades productivas; que no hay un programa de inversión productiva para la generación de empleo; no existen programas para la reactivación del campo, lo que generó que hoy día menos del 20% de las tierras de la Fraylesca estén sembradas de maíz; hay una peligrosa inacción política, que ocasiona problemas de gobernabilidad; hacen falta políticas para el control de enfermedades transmitidas por vector; sobre la base de los hechos existe la intención de adelantar los tiempos políticos, en donde aún no se cumple el primer año del sexenio y ya se hace especulación política y de promoción de imagen del secretario de gobierno y del fiscal general, como los posibles sucesores del gobernador.

En la entidad existen 20 municipios con niveles peligrosos de conflicto y más de 180 puntos de tensión social y de violencia, que ponen en riesgo la seguridad nacional, sin que se perciba una mínima atención gubernamental para reducir los riesgos de estallidos social y en donde se observa la inoperancia de los dos pretensos, que utilizan recursos públicos para ponerse en el ánimo de la población.

Chiapas, de años atrás, representa la imagen viva del caos y en la actual administración, aún y con los desalojos de algunos predios invadidos que otorgó una legitimidad momentánea, no se vislumbran acciones adecuadas para cambiar ese rostro desprestigiante de la entidad.

Los tiempos para mostrar la transformación que prometió este gobierno se vienen agotando. Por lo anterior, se requiere la liberación urgente del presupuesto a las áreas operativas, diseñar, planear y ejecutar el programa anual de obras con licitaciones transparentes y no con asignaciones directas de contrato como ya se viene realizando, hacer frente a los apoyos a los productores del campo, cuyos recursos debieron liberarse antes del inicio de la temporada de lluvias,  construir interlocución con la dirigencia magisterial, que tiene rebasada a la autoridad estatal y que mantiene una mesa de negociación directamente con el presidente, la secretaría de gobernación y la secretaría de educación y, lo más importante, abandonar la indiferencia y la soberbia política en la atención a los problemas de la entidad, en virtud que Chiapas presenta una combinación compleja de problemas de gobernabilidad-inseguridad-migración-violencia-desigualdad social, lo que obliga a emprender un gobierno participativo.