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Desaciertos en la relación con la prensa

Editorial
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El presidente López Obrador promueve una campaña en contra de los medios que resulta a todas luces desafortunada. Sobre todo porque mantiene la misma lógica del poder del viejo régimen político priista, que surgió de la Revolución Mexicana, que estableció una cultura afecta al autoritarismo y que no instituyó reglas de fortalecimiento a la vida democrática. Esto produjo que se conformara una prensa dócil, acrítica y de conveniencias con la clase gobernante, lo que impidió que se ejerciera la libertad de expresión.

El presidente se equivoca cuando afirma que la prensa no criticaba a los gobiernos del PRI y del PAN. Por el contrario, en la historia política del país resulta significativo los golpes que le dieron dos presidentes al periodismo que buscó construir una línea editorial con autonomía relativa a los dictados gubernamentales y que inició un trabajo periodístico que criticaba decisiones políticas y económicas del gobierno. En julio de 1976, el presidente Echeverría le dio un golpe al periódico Excélsior y lo fracturó. Frente a la destitución del director del periódico orquestada por la presidencia, colaboradores de ese medio publicaron un desplegado en donde señalaban: “Urge informar a la nación: se quiere cumplir cabalmente y pronto una agresión al ejercicio de la prensa libre en México. Se trata de desprestigiar a nuestro periódico y a quienes lo dirigen, presentándolos como enemigos del país…”

De ese golpe a la libertad de prensa, surgieron dos proyectos periodísticos: el periódico UnoMásUno y la Revista Proceso, que publicó su primer número en noviembre de 1976. Durante estos 43 años esta revista ha desarrollado un periodismo crítico en el país, y por su postura de cuestionar al poder presidencial, a finales del sexenio de López Portillo, recibió un golpe que le cerró las puertas del financiamiento público, bajo circunstancias que son recordadas por la frase célebre del presidente, quien en su mensaje de la celebración del día de la libertad de expresión, de junio de 1982, expresó: “No pago para que me peguen”, en el que el presidente asume que el presupuesto público para la publicidad es de su propiedad y no del Estado, ejemplo desafortunado que se viene repitiendo en el actual gobierno.

En 1983 el periódico UnoMásUno entra en crisis por los nexos que se establecen con el gobierno, y en febrero de 1984, las desavenencias irreconciliables por el manejo de la dirección, un grupo de colaboradores decide emprender un nuevo proyecto periodístico, que dio paso al nacimiento, en septiembre de 1984, al periódico La Jornada, que estableció un periodismo plural y que le apostó al fortalecimiento de la vida democrática, lo que ocasionó distintos desencuentros con el poder presidencial.

En el país es un hecho que ningún presidente ha valorado la importancia de los medios de comunicación en el fortalecimiento de la vida democrática. En México el régimen democrático no se ha terminado de constituir simple y sencillamente porque no se ha constituido una prensa plural y crítica, que sea capaz de transformar las políticas públicas y que mantenga la exigencia de la rendición de cuentas. De tal manera que en los tiempos actuales la desacreditación de la prensa, conlleva al mismo tiempo a la desacreditación de un proyecto democrático.

Frente a la existencia de medios de comunicación aplaudidores del gobierno, se ha dejado de lado que la prensa tiene que constituirse en un contrapoder a los excesos del poder, y más si no existe autonomía en los poderes del Estado, como sucede en México. En este sentido la relación entre el Estado y los medios no debe ser de subordinación y el Estado no debe hacer uso de los convenios de publicidad para construir una prensa sumisa. Pero tampoco debe de intimidar a los medios y periodistas con un supuesto derecho de réplica del presidente, que ofende con calificativos a los medios y que a través del temor construye mecanismos sutiles de censura y autocensura en los medios de comunicación. Sobre todo porque con ese derecho de réplica, que implica tener el poder del Estado, el presidente López Obrador  puede estar violando la Constitución al no cumplir con la obligación de proteger y garantizar la protección de los medios y los periodistas, y más en las condiciones mediante el cual se ejerce esta actividad, en donde México es el país más violento del mundo en ataques a la libertad de expresión y asesinato de periodistas.