Las elecciones en MORENA

Editorial
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Las organizaciones y partidos de izquierda en México históricamente han tenido problemas en las elecciones internas para definir la dirigencia. Los casos más cercanos son las del PRD, en la que nunca hubo una elección sin confrontaciones. Por eso no debe de extrañar que el proceso interno de elección de la dirigencia en MORENA, presenta ya dificultades.

Parte del problema se debe a la falta de tradición democrática en la cultura política en México, en donde el autoritarismo forma parte también de las prácticas de la izquierda o de los que se autonombran de izquierda. Esa falta de tradición democrática produce al mismo tiempo una pobre calidad de la democracia en el país, que se reproduce al interior de las organizaciones y de los partidos.

MORENA no es la excepción, pues su reciente tradición política se alimenta de personajes salidos del PRI y de escisiones del PRD, con fuertes raíces antidemocráticas, lo que puede mostrar su debilidad institucional debido a que ese partido finalmente depende de la decisión de un solo personaje: Andrés Manuel López Obrador, y los grupos en pugna al interior de MORENA perciben el control de la dirigencia del partido como un escalón para controlar las candidaturas de las elecciones del 2021 y obviamente para posicionarse en la presidencial del 2024.

La primera pugna al interior de MORENA es el padrón de militantes y la segunda es el método de designación, ya sea a través de una encuesta o por elección directa. Cualquiera de esos mecanismos representan dificultades, porque las encuestas han sido manipulables, y en el caso de las encuestas de MORENA inconfiables, tal y como sucedió en la designación de candidatos a la gubernatura de la Ciudad de México, en donde Ricardo Monreal se inconformó pues el salió arriba en todas las encuestas menos en la realizada por el partido. Caso similar sucedió en Chiapas, en donde no se levantó encuesta alguna, pero los resultados hicieron ganador a Rutilio Escandón, en donde hubo una negociación previa entre el exgobernador Manuel Velasco con López Obrador, quienes definieron esa candidatura.

Previendo las dificultades en esa designación, el presidente López Obrador hizo público que se sancionará a los funcionarios de su gobierno y del partido que intervengan en el proceso interno. Llamado que difícilmente se va a cumplir porque los intereses en juego son muchos y la tradición democrática es nula.

Por ejemplo en Chiapas la intervención de la administración estatal en las elecciones es incuestionable. En meses pasados Bertha Luján hizo una gira en Chiapas y el secretario de gobierno, Ismael Brito Mazariegos, operó a favor de ella, inclusive se le otorgó un desprestigiante Doctorado Honoris Causa, por parte de una universidad evangélica de la entidad, que hace más desprestigiante ese reconocimiento y luego le organizó una reunión con la militancia. Lo que indica que hay una señal, en Chiapas, desde el palacio de gobierno, se va a operar a favor de Bertha Luján para la presidencia de ese partido.

Y lo mismo se va a hacer para la designación de la dirigencia del partido en Chiapas. Rutilio Escandón e Ismael Brito están haciendo de las elecciones de MORENA un ejercicio de amor propio, que es ganar con sus candidatos, olvidando con ello el llamado presidencial. Sobre todo, porque para mantener sus intereses y ambiciones los condujo a la invención de enemigos políticos y ven confabulaciones en contra de su gobierno por todos lados, pero también porque quieren demostrar que no necesitan del verde para gobernar.