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Otro año de continuidad

Editorial
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A días de cumplir el primer año de gobierno los resultados obtenidos por la administración de Rutilio Escandón están por debajo de las expectativas que el cambio despertó en la población y en mucho esto se debe a la falta de un proyecto de gobierno que atienda las necesidades centrales de Chiapas y que mejore las condiciones sociales. Pero en realidad el problema de la gobernanza es mucho peor, sobre todo porque el Estado ha desaparecido en varios puntos del territorio chiapaneco, en el que las instituciones responsables para generar la cohesión social están desaparecidas y se vive en situaciones sin ley.

Desde el primer día de gobierno Rutilio Escandón mostró cual iba a ser su estilo personal de gobernar, supeditarse plenamente a los intereses del centro del país y emprender en Chiapas las acciones de López Obrador y se tomaron tres decisiones desafortunadas y contrarias a la gobernabilidad en la entidad. Primero, se cerró la casa de gobierno que era el centro de la operación y los acuerdos políticos, misma que se convirtió era el espacio en donde se atendían a los diferentes grupos; segundo, se dejó de emplear la flota aérea y con ello se perdió la atención directa del gobierno en las comunidades, en donde hay personas que no saben quien es el gobernador, y, tercero, se emprendió una política de austeridad, sin pies ni cabeza en Chiapas, que provocó una pobre inversión pública y disminuyó el circulante, que aunado a la falta de proyecto prácticamente paralizó la economía de la localidad e incrementó el desempleo.

Bajo estas circunstancias las cosa pública no podría estar peor; las condiciones sociales en Chiapas se encuentran deterioradas a niveles peligrosos, en el que no existe gobernabilidad, donde la inseguridad en el Estado se ha incrementado, donde la violencia cada vez es mayor, donde la corrupción en la procuración y la impartición de justicia tiene una impunidad del 99% y en el que los municipios fronterizos están viviendo las calamidades sociales generadas por una ausencia política de atención a las migraciones.

Después de doce años de gobiernos malogrados, que terminaron con una deslegitimidad, un hartazgo y un malestar popular, era obvio lo complicado que iba a resultar reconstruir los márgenes de gobernabilidad en los próximos seis años. Con este panorama, el peor escenario que podía llegar a suceder es que se incrementara la violencia y la inseguridad en el Estado. Y desafortunadamente sucedió, en el que ahora se convirtió un lugar común las ejecuciones en la vía pública, los asaltos en negocios y a personas, el incremento de feminicidios y ahora lo inusual de suicidios de niños y adolescentes, sin que nadie tome decisiones ni de investigación las causas ni de creación de políticas públicas para atender estos problemas. Solo se mantiene el discurso demagógico y de ocurrencias del antiguo régimen de negar la realidad y de repetir la fantasía de que todo va muy bien.

El punto crítico que la administración de Rutilio Escandón no logra superar, es la herencia del relajamiento de la autoridad que se institucionalizó en los anteriores gobiernos. Este escenario de debilidad de las instituciones es el que debe ser superado de inmediato, pero desafortunadamente no hay indicios de que el gobernador se haya dado cuenta de esta situación y se incurrió en el error de gobernar de la mano de la fiscalía lo que ha  generalizado la tortura, la fabricación de delitos y la violación de derechos humanos.

Bajo esas circunstancias se requiere urgentemente un cambio de rumbo para Chiapas. Lo que se ha visto hasta hoy de la administración de Rutilio Escandón, es más con lo mismo, en el que se continúa con la misma frivolidad, ineficacia, indiferencia, demagogia e impunidad de los gobiernos que le antecedieron.