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No hay un gobierno diferente

Editorial
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La entidad arrastra problemas históricos de pobreza y desigualdad social, que el secretario de hacienda del gobierno federal manifestó que Chiapas no tiene crecimiento y que se requieren más de 200 años para que la entidad iguale una economía como la del Estado de Nuevo León. Este comentario debiera de obligar a las autoridades chiapanecas a tomar con mayor seriedad la responsabilidad histórica que tienen para buscar sentar las bases para la transformación del Estado y no distraerse como lo han venido haciendo en este primer año de gobierno, en el que la economía chiapaneca decreció.

Resulta obvio que los problemas de la entidad no se van a resolver en un gobierno de seis años, pero lo que resulta imperdonable es que transcurrió el primer año sin que se haya notado cuáles son las políticas de cambio o en que consiste la transformación prometida.

Después de padecer gobiernos malogrados, que generó un hartazgo, una deslegitimidad y un malestar popular, el inicio del gobierno de Rutilio Escandón estaba marcado por la tensión y los conflictos, y que una tarea primordial era reconstruir los márgenes de gobernabilidad y establecer un programa emergente de recuperación económica, pero no se hizo ni lo uno ni lo otro y a eso se le gregó el problema del incremento de la violencia y la inseguridad,

Bajo este desafío lo peor que podía suceder en la entidad, y desafortunadamente se produjo, es la continuidad de un gobierno con una aplicación selectiva de la ley, la subordinación del poder judicial a los caprichos de la fiscalía general, la prevalencia de jueces de consigna, la fabricación de pruebas para inculpar a inocentes, la práctica de linchar mediáticamente en las redes sociales a presuntos culpables violando la presunción de inocencia y criminalizar a  activistas políticos violando inescrupulosamente los derechos humanos.

En esta administración ha sido reiterado el uso de la fuerza y la arbitrariedad en el ejercicio del poder, pero eso sólo ha ocasionado mayor polaridad y una acumulación de enconos, que ha hecho de Chiapas una sociedad de conflictos, que se acostumbró a que hay que cerrar carreteras, tomar las casetas o secuestrar funcionarios, para que el gobierno establezca la mesa de negociación. Pero al mismo tiempo la inacción del gobierno y el desprecio hacia la movilización política generó que en el gobierno no se tomen mecanismos de prevención de conflictos y se deja que estos estallen para escuchar y atender las quejas y demandas.

En este sentido, lo que debiera ser un gobierno democrático, que empoderara a los ciudadanos, que fortaleciera la transparencia y que mejorara la eficacia, está convertido en la continuidad de lo mismo que ha dañado a Chiapas y con los pobres resultados obtenidos en este primer año de administración está traicionando a los chiapanecos, que confiaron y tenían expectativas en que éste iba a ser un gobierno diferente.