El ejercicio del poder en muchas ocasiones está acompañado de una preocupante pérdida del sentido de la realidad. Esto resulta evidente en los últimos gobernadores de Chiapas, que en medio de la inacción política y la ineficacia gubernamental creían que estaban realizando un gobierno exitoso con el reconocimiento popular.
Con Juan Sabines se construyeron historias que rebasaron a la ficción como el de las ciudades rurales o la del Biodisel. En el extremo de esa delirante ficción, se organizaron eventos que rayaron en el fraude gubernamental, como el del primer vuelo de Interjet con Biodisel, o el de la venta de ese combustible en estaciones expendedoras en Tuxtla y en medio de la megalomanía, en un evento realizado en Quintana Roo se pretendió embaucar al Secretario General de la ONU, que Chiapas era un importante productor de Biodisel.
Manuel Velasco también vivió en una burbuja que le impedía ver la realidad de su gobierno, en el que estaba convencido que el pueblo de Chiapas lo quería y se lo hacía sentir en los eventos, en donde miles lo vitoreaban y él le hablaba a sus mujeres. En esa pérdida de sentido de realidad se promovió en todo el país en la búsqueda de la presidencia, y Chiapas vivió un período de opacidad, despilfarro e impunidad.
Tal parece que los males del ejercicio del poder se contagian en virtud de que el gobierno de Rutilio Escandón vive una fase extrema de descomposición social con problemas de gobernabilidad y de inseguridad nunca vistos, pero él está convencido que viene realizando un extraordinario gobierno. Un día habla de la paz y seguridad en Chiapas. Otro día menciona que en Chiapas nadie está por encima de la ley. Con frecuencia suele hablar de que en Chiapas se acabó la corrupción y presume los resultados de la mesa de seguridad convencido que Chiapas es un Estado seguro. La pérdida de sentido de la realidad en Rutilio Escandón no le permite visualizar que en Chiapas no hay gobierno, o peor aún, no hay Estado.
Gran parte de este mal en Chiapas se debe a la actitud de lisonja que se expresa en torno del gobernador y a la ausencia de una oposición real que lo cuestione y que le exija ser cuidadoso en la toma de decisiones. Esta situación ocasiona que nadie se atreva a señalarle al gobernador los errores y que no haya límites al ejercicio del poder del gobernante. A eso hay que agregarle la cultura política chiapaneca, que considera que el jefe nunca se equivoca o que el jefe siempre tiene la razón, pero también está la desafortunada frase de que en Chiapas ni las hojas de los árboles se mueven sin la autorización del gobernador.
La difícil situación social y financiera de la entidad obligaba a Rutilio Escandón a no equivocarse en la selección del gabinete, a instrumentar con claridad y eficacia un programa de gobierno que atendiera desde un principio las necesidades de la población y construyera las bases para un desarrollo sostenible y equilibrado. Después del primer año de esta administración hay evidencias que el gobernador se equivocó en la designación de sus colaboradores, que no tiene un proyecto de gobierno y ni siquiera una agenda política y lo más grave, que Chiapas vive un decrecimiento económico con un nulo programa de creación de empleos.
En contrapartida, el gobernador construyó una realidad paralela, en donde prevalece la ficción y las ocurrencias, en el que se soslaya creyendo que está realizando un buen gobierno, situación que poco o nada tiene que ver con la realidad que vive a diario la población chiapaneca.
La ficción del gobierno
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