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Wed, Apr
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El poder de la delincuencia

Editorial
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La delincuencia organizada que se volvió transnacional, por el monto de sus ingresos, es la segunda economía más importante del mundo, sólo por detrás de la industria armamentista. ¿Pero qué negocios son los que controla la delincuencia organizada para tener los altos ingresos que obtiene?

Los negocios son de muchos tipos: contrabandos diversos como el narcotráfico y las armas; el tráfico consentido y la trata engañosa de adultos y de niños; el tráfico de órganos y el tráfico de una cantidad inmensa de bienes de consumo legal que ingresan desde el exterior, incluyendo bebidas alcohólicas, drogas lícitas y partes de aparatos electrónicos, entre muchos otros productos que pasan a venderse en el comercio legal. También se ejerce el contrabando hacia el exterior de minerales estratégicos, piedras preciosas, maderas y hasta animales exóticos. La explotación de la prostitución y la trata suma mucho dinero, donde se somete especialmente, pero no exclusivamente, a las mujeres al trabajo sexual esclavo y semiesclavo.

Otras fuentes de ese gran lago de capital sumergido, subterráneo, no declarado, son las casas de juego, los casinos, públicos o clandestinos, en los que es muy difícil medir los dineros que por allí circulan. También el pago de varias formas de protección mafiosa, como, por otra parte, de servicios de seguridad privada, cuyas contabilidades son siempre ambiguas pues es común contratar, para estos servicios a policías en sus horarios fuera de servicio.

Desde  la Conferencia de la ONU sobre Crimen Global Organizado de 1994 se estimó, que solo el narcotráfico ya rendía cifras anuales mayores que las transacciones globales de petróleo. Eso da una idea de la importancia de esa segunda economía, de la que se puede suponer que en los últimos años duplica especularmente sus ingresos.

Pero la delincuencia organizada también posee ingresos por negocios lícitos, que se constituyen a partir del lavado de dinero, que bien pueden estar en las compañías inmobiliarias, hoteles, restaurantes, etc.

El espectacular crecimiento de la delincuencia organizada solo puede entenderse por la protección que tiene por agentes del propio Estado –fuerzas policiales y militares, instituciones de seguridad y carcelaria, del sistema judicial con jueces y magistrados, políticos de todos los niveles y en todos los cargos-, de allí las redes de macrocriminalidad que se han construido, que le dan fortaleza y que a la vez lo inmuniza; a punto tal que se le ha llegado a considerar como un mal necesario.

Una estrategia de combate a la delincuencia organizada es la huella del dinero y por eso en los países latinoamericanos se crearon normas en contra del lavado de dinero. Pero así como la economía se globalizó, también se globalizaron las redes de la criminalidad y se crearon paraísos fiscales en varias partes del mundo en donde se lava el dinero.

Esto muestra la desigualdad en la lucha en contra de la delincuencia organizada que se lleva en los países latinoamericanos en relación a los Estados Unidos, principal consumidor de la droga y lugar donde se dan facilidades para el lavado de dinero, sobre todo porque allí no hay un rigor a la ley para investigar y procesar a los responsables de este delito. Inclusive en el 2013 el fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder, señaló que los actos de corrupción y fraude cometidos por los ejecutivos de los bancos norteamericanos no pueden ser judicializados debido al tamaño de esas instituciones y su  incidencia en las economías nacional y mundial.

Esto muestra los niveles de intocabilidad que suelen tener las redes de macrocriminalidad, que paradójicamente se convierten en estructurantes de la política y la economía en los Estados-nación.

Frente a esto es entendible el fracaso de las políticas anticrimen en México y en el resto de América Latina.