Lo peor que le puede pasar a la seguridad de las personas es que los cuerpos policíacos, que tienen como función principal proteger a la población y sus bienes y propiedades, se conviertan en grupos delincuenciales. Lamentablemente eso sucede en Chiapas y nadie se encuentra a salvo de la arbitrariedad policíaca, que suele fabricar delitos, intimidar a la población y abusar del poder.
Son muchos los sucesos delincuenciales en donde intervienen los cuerpos policiales, que van de la extorsión a los asaltos callejeros y hasta en la participación de secuestros y protección a la delincuencia organizada. Las policías en Chiapas son partícipes en muchos de los delitos y atropellos que sufre la población, como lo sucedido el sábado en la noche al periodista Bernardino Toscano Chang, en que una patrulla de la policía municipal lo levantó sin razón alguna, para luego pretender acusarlo de ebrio escandaloso y de alterar el orden en la vía pública.
Lo delicado de esta arbitraria detención, es que el recorrido que realizara la patrulla para llevarlo a la estación de policía conocido como La Popular, los elementos efectuaron una llamada, en el que manifestaron que se comunicaban con el secretario de seguridad municipal Alexis Zuart, en el que le preguntaron como decía llamarse, para informárselo a la persona con quien se comunicaban y al mencionar el nombre del periodista los policías recibieron la instrucción de detenerlo, situación que fue acompañada con ofensas y amenazas.
Este hecho no es un suceso aislado, es una práctica sistemática que está relacionada a la extorsión que realizan los policías, para cumplir las instrucciones de los mandos policíacos, que tienen establecidas cuotas diarias que deben de cumplirse; situación en donde la ciudadanía es pagana, porque sobre ellos recaen los actos arbitrarios que se cometen para obtener las cuotas que exigen los mandos policíacos.
Alexis Zuart, secretario de la policía municipal, es un gris personaje, sin mérito alguno para desempeñar esa responsabilidad en un gobierno de la ciudad de Tuxtla, que desafortunadamente tampoco ha sabido responder a las expectativas de la población. La relación entre el presidente municipal, Carlos Morales Vázquez, con su patético secretario de seguridad, se puede simplificar con la expresión popular, que siempre hay un roto para un descocido, en el que resulta complicado demostrar quien de los dos es el más tonto, arrogante e incompetente.
El más grande reclamo de la población de Tuxtla al alicaído presidente municipal es la falta de seguridad pública. Pese a la ausencia de resultados, Calos Morales mantiene a su inútil y bisoño secretario, a sabiendas que esa decisión es un agravio a la población que exige resultados, en el que no solo tiene que cuidarse de los delincuentes sino de las arbitrariedades y el abuso de poder de los propios policías.
En Tuxtla la sombra de la delincuencia recorre todas las calles, que sufre además del abandono de una administración municipal que no sabe cómo se debe gobernar y de un presidente municipal que es un fantasma de sí mismo.
Las policías tienen jerarquías
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