Resulta obvio que los problemas de la entidad no se podían resolver en un gobierno de seis años, pero lo que resulta imperdonable es que transcurrieron 16 meses de esta administración sin que se haya notado cuáles son las políticas de cambio o en que consiste la transformación prometida.
Después de padecer gobiernos malogrados, que generaron hartazgo, deslegitimidad y un malestar popular, el inicio del gobierno de Rutilio Escandón estaba marcado por la tensión y los conflictos, y que una tarea primordial era reconstruir los márgenes de gobernabilidad y establecer un programa emergente de recuperación económica, que diera rumbo y certidumbre, pero no se hizo ni lo uno ni lo otro y a eso se le agregó el problema del incremento de la violencia y la inseguridad.
Bajo este desafío lo peor que podía suceder en la entidad, y desafortunadamente se produjo, era la continuidad de un gobierno con una aplicación selectiva de la ley, la subordinación de los jueces a los caprichos de la fiscalía general, la prevalencia de jueces de consigna, la fabricación de pruebas para inculpar a inocentes, la práctica de linchar mediáticamente en las redes sociales a presuntos culpables violando la presunción de inocencia y criminalizar a activistas políticos violando inescrupulosamente los derechos humanos.
En esta administración ha sido reiterado el uso de la fuerza y la arbitrariedad en el ejercicio del poder, pero eso sólo ha ocasionado mayor polaridad y una acumulación de enconos, que ha hecho de Chiapas una sociedad de conflictos, que se acostumbró a que hay que cerrar carreteras, tomar las casetas o secuestrar funcionarios, para que el gobierno establezca la mesa de negociación. Pero al mismo tiempo la inacción del gobierno y el desprecio hacia la movilización política generó que en el gobierno no se tomen mecanismos de prevención de conflictos y se deja que estos estallen y se polaricen para sentarse a atender las quejas y demandas.
En este sentido, lo que debiera ser un gobierno democrático, que empoderara a los ciudadanos, que fortaleciera la transparencia y que mejorara la eficacia, está convertido en la continuidad de lo mismo que ha dañado a Chiapas y con los pobres resultados obtenidos en el primer año de administración, se está traicionando a los chiapanecos, que confiaron y tenían expectativas en que éste iba a ser un gobierno diferente.
Hoy en medio de una crisis de salud, por la pandemia del coronavirus y otra económica, por el cierre de negocios, changarros y microempresas que se está viviendo, con miles de personas que se van a quedar en el desempleo, lo que significa un incremento de pobreza, se requiere de un gobierno que asuma compromisos, que abandone la simulación y que deje de montar show para la búsqueda de los aplausos, como el día de ayer que presumió la inauguración de una clínica de atención respiratoria, cuando realmente es una adecuación emergente dentro del poliforum, que varios médicos hospitalarios manifestaron su inconformidad por ser un espacio cerrado y en el que se ejerció un presupuesto importante en instalaciones emergentes en lugar de invertir en infraestructura permanente.
Un gobierno en busca de aplausos
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