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Soplan malos vientos

Editorial
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La sociedad mundial está viviendo simultáneamente dos crisis: la pandemia del coronavirus y la crisis del capital debido a la caída de los precios del petróleo y a la paralización internacional de las actividades económicas.

En el fondo lo que está en cuestionamiento es el modelo de desarrollo del capitalismo salvaje, que promueve una sobreproducción y con ello una sobreexplotación de los recursos naturales, que ya tiene en riesgo la vida del planeta. El calentamiento global, el cambio climático, el debilitamiento de la capa de ozono, la desertificación, la destrucción de los ecosistemas y la explotación de los mantos acuíferos son muestra de cómo  se viene destruyendo a la naturaleza, cuya sobrevivencia llegó a sus límites.

Esta crisis está impactando el orden económico mundial, que no puede continuar funcionando de la misma manera, por sus efectos destructores, pero sobre todo porque los intereses del capital está en  conflicto permanente con miles de comunidades que son obligadas a abastecer, a costa del empobrecimiento y la destrucción de su territorio, las necesidades de consumo de la población en los países desarrollados, que no solo es de alimentos sino también de energías fósiles, cuya explotación desertifica y contamina.

El mundo globalizado y con ello la economía neoliberal está en crisis y hasta ahora no hay un nuevo modelo que lo sustituya. Por eso se acude a viejas teorías económicas, que en su momento sacaron a los países de la crisis más trágica del capitalismo, el de la recesión, que ahora se prevé sea superada por los efectos del virus COVID 19.

Este escenario es el que se está viviendo en estos momentos, en el que se tienen que tomar decisiones políticas y económicas para enfrentar lo que ya se sabe que viene; una crisis económica con una escasez de alimentos. Esta situación resulta en realidad alarmante, por ello resulta inaceptable que ante esta crisis que se avecina, los gobierno se dediquen a no hacer nada.

Las condiciones de pobreza del país, y de Chiapas en particular, no son para nada halagüeñas, por eso se ha insistido en diseñar un plan para enfrentar la crisis que se avecina. Ayer se esperaba que el gobierno federal anunciara su programa, pero la realidad nos indica en que no hay plan, aunque se haya anunciado la creación de dos millones de empleos.

Lo grave es que se mantiene la apuesta de los proyectos presidenciales, que no tienen futuro: como es la construcción de la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, y la construcción del Tren Maya y del interocéanico en el Istmo. La refinería pierde sentido ante los cambios del orden económico, en donde la apuesta va a ser la utilización de energías alternativas y el Tren maya se propone como un proyecto turístico, cuando es el sector más afectado en esta crisis, en el que no se sabe a ciencia cierta en cuantos años se recupere y peor aún hay una resistencia de los dueños ancestrales de ese territorio y que si lo litigan van ganar los recursos para detener esa obra.

Ante las circunstancias de los nuevos cambios, el presidente López Obrador debiera  de moverse bajo las nuevas circunstancias y abrirse a otras expectativas, pero tal parece que no lo entiende o está muy marcada su necedad.