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Thu, Apr
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Chiapas, en busca de un gobernador

Editorial
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Los dos últimos gobiernos en Chiapas fueron desafortunados, pero resulta preocupante que el que encabeza Rutilio Escandón, si no cambia de rumbo y de estrategia,  pinta para ser igual o peor que los gobiernos que le antecedieron, en el que permanece la indiferencia, la corrupción, la banalidad, la ineficacia y en donde todo ello está acompañado por la inacción política, en el que se no se quieren correr riesgos y no se están tomando decisiones.

En este sentido el gobernador debe entender que su principal función es la de gobernar y no lo está haciendo. Él, por el papel histórico que le tocó desempeñar, que es el de la transformación de Chiapas, no tiene derecho a equivocarse, pues es mucho lo que está en juego en este gobierno y sin embargo, después de transcurridos 17 meses de gestión, todo sigue igual, sólo que ahora con niveles mayores de  inseguridad.

La descomposición social y política del Estado en Chiapas no es un hecho reciente. Más bien es un proceso de varias décadas atrás, en donde el propio levantamiento armado del EZLN hizo evidente que el Estado en la entidad se había agotado y que el sector gobernante había fracasado. El movimiento zapatista mostró que era necesario construir una nueva clase política, que no sólo renovara el funcionamiento del Estado sino que le diera otro sentido a las formas de convivencia. Paradójicamente Rutilio Escandón es parte de esa clase política que surgió después del zapatismo, que ocupó cargos de elección popular, pero que no muestra la prevalencia de un compromiso social con las transformaciones que se requiere para construir los nuevos rumbos de la historia de Chiapas.

En estos diecisiete meses de administración, el gobierno de Rutilio le ha quedado a deber a Chiapas y desafortunadamente muestra señales de que este administración desconoce las problemáticas del Estado y que no tiene identificados los puntos de conflicto que hay en la entidad, en el que existen pocos más de 600 focos de tensión, con distintos niveles de conflictividad, que no solo ponen en riesgo la gobernabilidad del Estado sino la seguridad nacional del país.

De igual manera el gobernador Rutilio Escandón se está equivocando al pretender gobernar de la mano del presidente López Obrador, debido a que Chiapas requiere de un gobierno propio y de acciones concretas que resuelvan problemas del pasado y que al mismo tiempo permitan definir nuevos sentido del futuro. Las buenas relaciones con el presidente son importantes  pero no son suficientes, como se vio en los gobiernos de Pablo Salazar, de Juan Sabines y Manuel Velasco quienes mantuvieron muy buenas relaciones con el presidente, en el que inclusive hubieron aportes presupuestales significativos, pero en el que no se construyeron las bases para un nuevo Chiapas.

Bajo esas circunstancias, qué debe hacer Rutilio Escandón para cumplir satisfactoriamente con el papel histórico que le toca desempeñar, si no quiere terminar con el desprestigio y rechazo social de sus antecesores: primero, cuidar su discurso que no convence ni tiene contenido; segundo, nombrar un gabinete que vaya acorde a la gran responsabilidad social que está en juego en la entidad; tercero, tener un plan de gobierno que siente las nuevas bases para el bienestar de la población y que se respete la legalidad y los derechos humanos; y, cuarto, que se ponga a gobernar a la voz de ya, que Chiapas necesita un gobernador de tiempo completo.