La apuesta de candidatos caradura

Editorial
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Chiapas está convertido en un polvorín pronto a estallar y para las autoridades no existe un mínimo interés por buscar soluciones a las problemáticas que se viven, aún y cuando cada día es mayor el malestar social y las críticas al gobernador y a su gabinete son más agudas.

En las últimas 48 horas se presentaron en la entidad dos feminicidios más, lo que hacen 8 del 1 de enero a la fecha, es decir, un feminicidio cada cinco días, cifra que debiera despertar la indignación en el gobernador Rutilio Escandón, quien debiera de exigir a la fiscalía del Estado una mayor eficacia en la investigación y castigo a los feminicidas y la convocatoria para construir una política pública que busque erradicar de la sociedad esta violencia vergonzante. Pero no, los feminicidios no son preocupación del gobernador que está enfrascado en la preocupación de ganar las elecciones y su corta de miras lo lleva a promover candidaturas que representan la peor expresión, de lo que debiera ser un político comprometido con la transformación y la mejora de la vida pública.

En Chiapas y más con el gobernador que hay, lo electoral no está relacionado con las mejoras de la población, que en los últimos 20 años ha visto decrecer la calidad de vida y con ello se incrementaron los índices de pobreza y desigualdad social en la entidad. La paradoja es que en este período de 20 años se destinaron miles de millones de pesos para el combate de la pobreza sin resultado alguno.

A la vez, no se puede ocultar, que las experiencias electorales en Chiapas han sido todo un desastre. En el 2006, en unas elecciones cuestionadas, y que finalmente resultaron fatales para el Estado, dio como ganador a Juan Sabines, lo que le otorgó el poder a un aventurero, que despilfarró los recursos públicos, que corrompió las instituciones, que endeudó a la entidad y canceló el futuro de Chiapas por 30 años, con una deuda en la que actualmente se pagan cuatro millones de pesos diarios. En el 2012, los electores se volvieron a equivocar, se eligió a Manuel Velasco, un personaje que no había alcanzado la madurez política, que instauró el gobierno de la indiferencia, la frivolidad, la corrupción, la irresponsabilidad, al que sus colaboradores no le informaban de los problemas de la entidad para que no se molestara, lo que finalmente ocasionó la existencia de un gobierno que privilegió la ficción, alejado de la realidad social.

Para colmo de males, cuando se llegó a pensar, que era imposible que surgiera un gobierno peor al de Juan Sabines o al de Manuel Velasco, en el 2018 los electores se volvieron a equivocar y se designó como gobernador a Rutilio Escandón, que en los dos años de gestión ya demostró que es peor gobernador que quienes lo precedieron, y por la falta de decisiones políticas y por la ausencia de un programa de gobierno, continúa con las prácticas de la corrupción, el desinterés, la frivolidad y la demagogia, heredadas por el antiguo régimen.

Por eso los asuntos públicos no podían estar peor. En medio de la peor crisis sanitaria y las peores condiciones económicas, se desarrolla el proceso electoral, en donde el gobernador busca conquistar la mayoría en el Congreso Local y las presidencias municipales, con candidatos impresentables sacados de las cañerías y rellenos sanitarios, lo que garantiza personajes de la peor calaña, algunos que buscan la reelección y otros retornar a las mieles del poder, sin compromiso social alguno, lo que evidencia la intención de conformar un gobierno de sinvergüenzas, incapaces de formular las políticas que promuevan la transformación que Chiapas requiere.