En medio de la crisis sanitaria, en la que está latente un repunte en los contagios, en Chiapas se está viviendo una efervescencia electoral que sorprende, debido a que la entidad está convertida en un polvorín y no existe el interés del gobierno por buscar soluciones a las problemáticas que se viven, aún y cuando cada día son mayores el malestar y las críticas al gobernador y su gabinete.
En Chiapas resulta claro que lo electoral no está necesariamente relacionado con las mejoras en las condiciones de vida de la población, que en los últimos 20 años ha visto como decrece la calidad de vida y aumentan los índices de pobreza y desigualdad social. Esto sucedió aun y cuando a Chiapas se le destinó un presupuesto de 950 mil millones de pesos en los últimos gobiernos, con el presupuesto más alto del país para el combate a la pobreza y ésta ,en lugar de reducir, ha tenido un incremento.
Las experiencias electorales en Chiapas no han servido para construir gobiernos con compromiso social, que se involucre en la mejora de la vida pública. En el 2006, se eligió como gobernador a un aventurero, que le ocasionó el mayor daño económico a la entidad, quien no solo despilfarró los recursos público sino que corrompió a las instituciones. En el 2012, los electores se volvieron a equivocar, se eligió a un personaje sin la madurez política para la toma de decisiones, situación que ocasionó un gobierno dominado por una actitud frívola, irresponsable, indiferente, que paralizó las actividades productivas en Chiapas y que continuó con las prácticas heredadas de derroche y corrupción.
En las elecciones del 2018, se designó como gobernador a Rutilio Escandón, quien no ha asumido un compromiso con la mejora de Chiapas, y desafortunadamente continúa con las mismas prácticas heredadas de la corrupción, el desinterés, la frivolidad y la demagogia, que caracterizó a los gobierno de Juan Sabines y Manuel Velasco.
Las elecciones en Chiapas han sido un desastre, debido sobre todo a la pobre cultura política en la población, que se explica a partir de que el 78% de la población no cuenta con los mínimos derechos económicos y sociales y eso limita el libre ejercicio de los derechos civiles y políticos. Esto tiene como consecuencia la dificultad de construir proyectos de vida democrática en poblaciones con graves problemas de pobreza, con una mala educación, con un deficiente sistema de salud y sin la generación de empleos, debido a una ausencia de inversión productiva.
Chiapas ha tenido una clase gobernante con una pobreza de miras, incapaz de construir proyectos de desarrollo y de bienestar para la población, aún y cuando haya disponibilidad de los recursos para hacerlo. Esto ha ocasionado la pauperización de la política, a punto tal de que el Congreso Local, junto con el poder Ejecutivo, viven un proceso de degradación y abandono, en la que se requiere urgentemente de la renovación.
La pauperización de la política
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