A diferencia de otros procesos electorales, el actual, no está despertando expectativas entre las personas. No hay apasionamiento, y en términos generales no hay opciones políticas, por ejemplo en Tuxtla, resulta claro quienes fueron subordinados en el gobierno de Juan Sabines o de Manuel Velasco, Pero al igual a la falta de expectativas, es importante señalar que en Chiapas, lo electoral no está relacionado con las mejoras de la población, que en los últimos 20 años ha visto decrecer la calidad de vida y con ello se incrementaron los índices de pobreza y desigualdad social en la entidad. La paradoja es que en este período de 20 años se destinaron miles de millones de pesos para el combate de la pobreza sin resultado alguno y lo grave es que esta falta de resultados no ha sido investigada y no se ha buscado sancionar a los responsables del manejo de los recursos.
Junto a lo anterior, resulta imposible ocultar, que las experiencias electorales en Chiapas han sido todo un desastre. En el 2006, en unas elecciones cuestionadas, y que finalmente resultaron fatales para el Estado, el tribunal electoral en un fallo con muchas irregularidades y con la ponencia de un magistrado chiapaneco Alejandro Luna Ramos, dio como ganador a Juan Sabines, lo que le otorgó el poder a un aventurero, que despilfarró los recursos públicos, que corrompió las instituciones, que endeudó a la entidad y que con la ligereza con que se condujo en el gobierno terminó cancelando el futuro de Chiapas por 30 años, debido a que se contrajo una deuda en la que actualmente se pagan seis millones de pesos diarios.
En las elecciones del 2012, cuando se pensaba que difícilmente iba a llegar un gobernador peor que Sabines, los electores se volvieron a equivocar, en la entidad se eligió a Manuel Velasco, un personaje que no había alcanzado la madurez política y ni siquiera se había desprendido del cordón umbilical, e hizo del gobierno de Chiapas una ensalada en donde se combinó la indiferencia, la frivolidad, la corrupción, la mentira y la irresponsabilidad, en donde sus empleados tenían instrucciones de ino nformarle malas noticias ni problemas de Chiapas para que no se pusiera de mal humor, lo que finalmente ocasionó la existencia de un gobierno que privilegió la ficción, alejado de la realidad social.
Para colmo de males, cuando se llegó a pensar, que era imposible que surgiera un gobierno peor al de Juan Sabines o al de Manuel Velasco, en el 2018 los electores se volvieron a equivocar y se designó como gobernador a Rutilio Escandón, que en los 27 meses de gestión ya demostró que es la continuidad de los gobiernos que lo precedieron, con el agravante de que en el período de Juan Sabines estaba Nemesio Ponce, que tomaba decisiones y podía atender los asuntos públicos; situación similar se dio en el gobierno de Manuel Velasco en el que se podía acudir a las vías de Eduardo Ramírez o de Roberto Rubio, quienes podían atender y resolver algunos problemas, pero en la actual administración no hay nadie con quien acudir para plantear problemas y tener respuestas adecuadas.
Por eso los asuntos públicos en Chiapas no pueden estar peor. La paradoja del actual proceso electoral es que las personas votan con la expectativa de que algo cambie o de que le pueda ir mejor. Eso no va a suceder en este proceso debido a que en la contienda electoral se enfrentan los malos de siempre en contra de los peores de ahora.
El voto para que todo siga igual
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