La sucesión adelantada

Editorial
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A partir del levantamiento armado indígena zapatista del 1 de enero de 1994 el presupuesto federal destinado para Chiapas se incrementó considerablemente, a punto tal, que en los gobiernos de Pablo Salazar, Juan Sabines y Manuel Velasco se ejerció un presupuesto superior a los 950 mil millones de pesos, sin que ello haya generado una reducción de la pobreza o una mejoría en la calidad de vida de la población en Chiapas. Estos tres gobernadores del Estado mantuvieron una relación inmejorable con el presidente de la república, en el que se percibía un interés presidencial por mejorar las condiciones del Estado, sin embargo, y pese a esta cuantiosa inversión, la pobreza en el Estado continuó creciendo y las condiciones sociales de la entidad empeoraron en relación a las  que existían antes de 1994.

La gran paradoja de este ejercicio presupuestal, es el derroche que caracterizó al gobierno de Juan Sabines y Manuel Velasco, en el que ambos terminaron su gestión en medio del mayor desprestigio, que prácticamente les impide pisar el territorio chiapaneco, pues ninguno de los dos dejó un legado que genere reconocimiento y sí una estela de corrupción que los convirtió en los gobernadores que gozan de un desprestigio de la entidad.

Pese a este rechazo popular, Sabines y Velasco mantienen viva la ambición de buscar mover los hilos del poder e influir políticamente en Chiapas. Mientras Sabines lo aspira con Zoé Robledo, a quien le regaló la diputación local y luego la senaduría, y Manuel Velasco lo pretende con la candidatura de Sasil de León, a quien en seis años le construyó la carrera política; la hizo diputada local, después secretaria de empoderamiento de la mujer y luego senadora de la república. Zoé Robledo y Sasil de León en caso de ser candidatos a la gubernatura representarían los intereses de lo peor que ha pasado en el gobierno de Chiapas.

La degradación de la política en la entidad ha dejado sin futuro ni esperanza a la población, quien carga 15 años de gobierno desafortunados, en virtud de que Rutilio Escandón no ha sabido construir un gobierno diferente y se convirtió en la continuidad de Sabines y Velasco, y hoy sus niveles de aceptación difícilmente van a superar el 30%, lo que evidencia la ausencia de gobierno, en el que nadie está tomando decisiones y los acontecimientos de violencia y narcoviolencia en la entidad representan ya una amenaza cotidiana, como se ha visto recientemente.

Al margen de la población se vienen construyendo redes de complicidad en la disputa de la gubernatura que tienen los dos peores gobernadores que ha tenido Chiapas, pretendiendo imponer a títeres para construir gobiernos de ajustes y venganza. Todo ello ante la pasividad de Rutilio Escandón que no entiende lo que está pasando en la entidad, a pesar de que él ha sido actor político en los últimos 20 años.