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Tue, Apr
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Los cambios para estar peor

Editorial
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Las expectativas que se generaron con la propuesta de la transformación de Chiapas, disminuyeron considerablemente y cada vez hay mayor desesperanza en que se cumplan los compromisos de la campaña electoral.

La legitimidad política que obtuvo Rutilio Escandón es sólo un recuerdo, pues su nivel de aceptación lo tiene en el lugar 22 entre los gobernadores de la entidad, debido, sobre todo a la indiferencia en la atención de los problemas sociales. En contrasentido, la magnitud de estos problemas obliga a tomar decisiones rápidas y profundas, situación que contrasta con la actitud contemplativa que tiene todo su gabinete, en donde extrañamente no se toman decisiones para mejorar el gobierno.

En los últimos 20 años se heredaron problemas que no se atendieron ni resolvieron y ahora empiezan a estallar como si estuvieran programados a través de una secuencia debidamente organizada. A partir de la rebelión indígena zapatista, se evidenció el agotamiento de un régimen político chiapaneco, fundado en la exclusión y la desigualdad social, que ya no daba para más. En esa crisis, que afectó a todo el sistema político del país, se tomaron decisiones como la renuncia del gobernador Eduardo Robledo Rincón, quien sólo tenía 60 días en el cargo. A éste le sucedieron dos gobiernos interinos: el de Julio César Ruíz Ferro, destituido por la matanza de Acteal y el de Roberto Albores Guillén, a quien le tocó entregarle, el gobierno a Pablo Salazar Mendiguchía, en un proceso en el que se sospecha fue negociado desde la presidencia de la república en el que a Roberto Albores le correspondió cargar con la derrota del PRI.  

La responsabilidad histórica del gobierno de Pablo Salazar era la construcción de una nueva clase política en la entidad, que fuera capaz de sustituir al grupo gobernante ligado al PRI, pero este compromiso no lo pudo cumplir Pablo Salazar y la terminó entregando el poder a los cachorros del PRI – Juan Sabines, Manuel Velasco y Zoé Robledo-, quienes carecen de ideología y de escrúpulos y se disfrazan de cualquier color de acuerdo a las conveniencias.

La suma de costos, de equivocaciones políticas y daños económicos son incalculables para Chiapas, que padece un alto deterioro de sus condiciones sociales, alcanzando niveles de pobreza alarmantes y limitando las posibilidades de gobernabilidad, a punto tal que Chiapas es hoy una bomba de tiempo.   

El gobierno de Juan Sabines fue de mitos, alucinaciones y derroches, que a través de costosas campañas mediáticas se vendía la idea de progreso y buen gobierno, que se derrumbaron estrepitosamente cuando dejó la gubernatura. Pero la desgracia de Chiapas continuó con el ascenso de Manuel Velasco, que produjo sus propias fantasías y se inventó un Chiapas imaginario, que poco o nada tenía que ver con el Chiapas real, que requería de toma de decisiones y de un buen gobierno. Lo que sucedió fue el surgimiento de un gobierno de indiferencia, despilfarro, de engaño e incumplimientos. Pero los males de Chiapas se acentúan con el gobierno de Rutilio Escandón, que perfeccionó la indiferencia, a punto tal que considera que gobernar resulta irrelevante.

Lo común de estos tres sexenios gobernadores, es que cada uno de ellos desperdició las oportunidades políticas-financieras, para construir un Chiapas mejor, a partir del incremento de las aportaciones federales, que esos gobiernos han tenido. El futuro de Chiapas es poco halagüeño. Los problemas están resultando demasiado grandes y se corre el riesgo de un recrudecimiento de la violencia en varios puntos de la entidad, sobre todo en las comunidades indígenas, que están a la espera de la atención de los problemas que se hicieron públicos hace 27 años con el levantamiento armado zapatista.