En México existe una historia recurrente de imposición de acuerdos y de políticas, que en muchas ocasiones son contrarias al interés general de la sociedad. En este sentido, el debate de ideas en el Congreso de la Unión, en el México posrevolucionario y en el de los gobiernos de alternancia, ha sido escaso. Después de que el Congreso Constituyente de 1917, le modificó radicalmente el proyecto de Constitución a Venustiano Carranza y terminó aprobando otra iniciativa muy distinta a la presentada por el presidente, jamás se ha vuelto a vivir en el Poder Legislativo una efervescencia política de tal magnitud, capaz de modificar una iniciativa presidencial, aún y cuando en el año de 1997 el PRI perdió la mayoría en la cámara, lo que lo obligó a establecer políticas de acuerdos con las otras fracciones para aprobar las iniciativas del presidente.
Esto hace pensar que la actividad política en México se encuentra secuestrada: los representantes populares no representan a la ciudadanía y se mueven a través de los criterios definidos al interior de sus partidos. En el momento es que se dicta la línea política por la dirigencia del partido, el debate desaparece. Los diputados y senadores se alistan sólo para votar. Lo que se discute y argumenta en la tribuna carece de sentido; en virtud de que nadie va a modificar su criterio de votación. Ningún diputado o senador modifica su sentido del voto a partir de los argumentos que se esgrimen; porque ellos sólo responden a la línea que recibieron.
Lo grave de las formas en que se legisla en el país, es que los propios diputados y senadores, en muchos de los casos, ignoran el sentido de lo que se aprueba y la mayoría de las veces no conocen el contenido de las iniciativas de ley. Los representantes populares, lamentablemente, no se caracterizan ni por sus conocimientos ni por su inteligencia.
El discurso del presidente López Obrador en el proceso electoral del 6 de junio, exhortando a la población a votar por los candidatos de la alianza de MORENA-PVEM-PT-PES, para tener el control del Congreso sin importar la calidad y el compromiso social de estos candidatos es un claro ejemplo de la subordinación de los diputados y senadores al Ejecutivo que evidencia la forma sobre cómo se legisla al vapor en nuestro país. En esta perspectiva, es un hecho que el trabajo de los legisladores carece de trascendencia política y la gran mayoría de ocasiones desconocen las repercusiones sociales que se viven por el sentido con que se vota.
En este afán de controlar el Congreso para que no haya resistencia a las iniciativas, en Chiapas se votó por puro impresentable como diputado y además se guardó una complicidad electoral ante la usurpación de la identidad indígena por los actuales diputados en los distritos de Palenque, Bochil, San Cristóbal y Las margaritas. Esta situación condujo a que Chiapas tenga en esta legislatura la peor representación política de toda la historia.
Sin representación política
Tools
Typography
- Font Size
- Default
- Reading Mode