Es irrelevante gobernar

Editorial
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Chiapas vive una notoria crisis de gobernabilidad que está motivada por distintos orígenes. Un rezago social histórico en gran parte del territorio; la falta de oficio político en el actual gobierno de la entidad; la ausencia de toma de decisiones que se alimenta con la inercia de la mayoría de las secretarías y dependencias públicas; la indiferencia del gobernador frente a las demandas de la población que no son atendidas por ningún nivel de gobierno; la permisividad a los grupos paramilitares; a la incapacidad en la aplicación de la ley; al adelanto de los tiempos políticos por la búsqueda de la gubernatura, en donde el presidente busca apuntalar a Zoé Robledo, quien tiene dificultades para ponerse de pie por lo que se cae solo; y, por el mal uso del presupuesto en el que no hay eficacia y por lo tanto no se utilizan los recursos para construir gobernabilidad.  

El bien común no es ni remotamente la preocupación de este gobierno. Aquí se están privilegiando los proyectos personales y se vienen utilizando los recursos públicos para promocionar la imagen de los funcionarios, quienes, en su mayoría, carecen del don de la virtud para desempeñarse en el servicio público y que con la indolencia con que vienen actuando le están haciendo un daño incalculable a Chiapas.

Las protestas recientes en varios municipios son claros indicios de la ausencia de gobierno y en donde el gobernador Rutilio Escandón es exhibido en los medios nacionales por su falta de manejo político y por la creciente presencia del narcotráfico en su gobierno, en la que la secretaría de seguridad y la fiscalía brindan protección a la delincuencia organizada.

En Chiapas se requiere con urgencia un cambio de timón. El deterioro de las relaciones sociales es creciente  y el gobierno a la fecha no  ha mostrado las estrategias adecuadas para solucionar las demandas de los grupos. Es más, está propiciando mayores conflictos y enfrentamientos, por decisiones ilegales como la integración de Concejos municipales y  por la falta de conocimiento de los problemas, la cultura y las costumbres en los pueblos indígenas, que condujo a ceder espacios del Estado a grupos de autodefensa como está sucediendo en Pantelhó, Simojovel y Altamirano.

La imagen del gobernador del Estado ha iniciado una fase de deterioro y de pérdida de legitimidad, en donde su nivel de aceptación es menor del 40%, con una clara tendencia a la baja, y sin posibilidades a mejorar su imagen. Sin duda, con tantos conflictos sin resolver, el gobernador consiguió la notoriedad que quería pero negativa. Lo malo es que la obtuvo a un costo político mucho mayor del esperado, lo que da muestra que nunca se imaginaron las consecuencias de la indiferencia y la frivolidad como estilo de gobierno, a punto tal que el gobernador considere irrelevante gobernar.