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Thu, Apr
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¿Hay seguridad en Chiapas?

Editorial
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El gobierno de Rutilio Escandón en reiteradas ocasiones ha publicitado que Chiapas es una entidad segura; no duda en afirmar que se encuentra entre las entidades más seguras en el país. Esa propaganda y los informes que se envían al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública no corresponden con la percepción y la demanda de muchos ciudadanos; sobre todo porque en las principales ciudades de la entidad se tiene conocimiento de ejecuciones que se han presentado en los últimos meses, y algunos de ellos, denotan la presencia de sicarios en el estado, como sucede en Frontera Comalapa y como ha sucedido en Tuxtla, Tapachula San Cristóbal y Comitán.

El pasado domingo en la madrugada, un parroquiano de un bar ubicado en la Colonia Moctezuma fue asesinado a golpes, presuntamente por trabajadores del propio bar. Esto despertó  indignación en las redes sociales debido a que no es la primera ocasión en que existen muertos y agresiones cometidas por los meseros y cadeneros en contra de ciudadanos, lo que significa que existe una protección oficial a estos negocios que pueden realizar lo que sea pues se les garantiza impunidad.

De manera maniquea se publicita que en Chiapas no existen los niveles de violencia ocasionada por los enfrentamientos entre grupos delincuenciales, como se presentan en otros estados de la república. Esta apreciación es inexacta, porque en las ciudades más importantes de Chiapas se puede comprar  con gran facilidad en las calles grapas de drogas, lo que denota la impunidad con la que se mueve el narcomenudeo en la localidad. Pero a la vez, Chiapas continúa siendo un paso del tráfico internacional de droga, de tráfico de personas, de trata y cada vez más se siente la presencia de la delincuencia organizada tanto en los municipios fronterizos como en las principales ciudades del estado.

La presencia de la delincuencia organizada no es reciente en la entidad, tiene varias décadas pero existía un pacto para que la plaza no se incendiara por ser área de trasiego y todos los grupos mantenían el interés del orden para poder transportar la mercancía, por eso durante años no se vivieron los enfrentamientos como sucede en otras entidades. En este sentido la paz aparente que se tradujo en seguridad nunca fue producto de la eficacia de los cuerpos policiales ni por el trabajo de la procuraduría sino a la hegemonía de un grupo de la delincuencia organizada, que cuidaba la plaza e impedía el desorden o la guerra  entre los grupos.

Sin duda Chiapas mantiene mejores índices de seguridad que otras entidades de la república, pero esto está en proceso de ruptura simple y sencillamente porque el gobierno de Rutilio Escandón no ha sabido mantener el pacto entre los grupos y la plaza empieza a vivir enfrentamientos y masacres callejeras.

Las dos entradas fronterizas, de Tapachula y la mesilla, viven niveles de violencia que debieran de alarmar al Estado y tomar medidas adecuadas y eficaces, porque está rota la paz y los enfrentamientos entre los grupos son cada vez  más abiertos y peligrosos.  Pero esta situación de alarma no parece preocuparle al gobernador, que sin duda participa junto con sus principales funcionarios de la seguridad del Estado del beneficio de los negocios de estos grupos delincuenciales, pero no percibe la importancia de restablecer un acuerdo para evitar la violencia y los  enfrentamientos. Sobre todo porque en la teoría del azar, la mejor cara es cuando aparece el principio de todos ganan, pero el peor escenario es cuando aparece la cara que señala que todos pierden. Este último escenario es el que se debe de evitar que suceda en Chiapas.