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AMLO en el futuro de Chiapas

Editorial
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Es innegable que Andrés Manuel López Obrador representa en la actualidad, a la oposición más férrea en contra del régimen político y el que mayores posibilidades tiene para ganar la presidencia de la república. Pero al mismo tiempo, a AMLO se le puede cuestionar su tenue presencia en la lucha democrática del país y su tardía militancia dentro de las filas de la izquierda en el país.

 

Las raíces políticas de AMLO se encuentran en el PRI. De ahí que su cultura, su práctica y gran parte de su discurso están revestidos por sus orígenes en ese partido. Él representa el pragmatismo político dentro de la oposición, al  mismo tiempo que preserva un liderazgo mesiánico atractivo para las masas, pero por lo mismo, resulta  autoritario más que democrático.

El pragmatismo de López Obrador se definió cuando ocupó la presidencia nacional del PRD. Fue bajo ese mandato en que la “izquierda” empezó a ganar gubernaturas, pero lo hizo con tránsfugas del PRI como candidatos, la excepción fue Zacatecas donde Amalia García tenía una trayectoria dentro del Partido Comunista.

En Chiapas, la estrategia de Obrador de ir con candidatos del PRI a la gubernatura le funcionó al PRD en dos ocasiones: con Pablo Salazar Mendiguchía, en el 2000 y con Juan Sabines Guerrero en el 2006, y en las elecciones del 2012 el PRD nacional lo intentó una tercera ocasión, con María Elena Orantes, pero esta vez ya no les funcionó, sobre todo, porque el exgobernador Sabines tenía bajo su control a distintos grupos locales del PRD, quienes terminaron rebelándose ante la decisión del Comité Nacional de ese partido, de nombrar a María Elena Orantes como candidata, y terminaron fracturando esa candidatura, a punto tal de que esos perredistas terminaron votando por el actual gobernador del Estado y hoy presumen ser de MORENA y aspiran a obtener la candidatura de este partido.

En los gobiernos de Pablo Salazar y Juan Sabines, el PRD ganó las elecciones pero no el gobierno. Y al paso de los años los militantes de ese partido, que participaron en la esfera pública como funcionarios, terminaron perdiendo al partido. Hoy el PRD en Chiapas prácticamente no existe y la dirección de ese partido en Chiapas se encuentra entregada al gobierno verde.

La práctica de nombrar a expriistas como candidatos del PRD, le permitió a este partido no sólo ganar gubernaturas sino elevar su porcentaje de votación. Finalmente el interés máximo de los pragmáticos en las elecciones es la obtención de votos. En este sentido, la postura de AMLO con la del gobierno Verde de Chiapas no se diferencia en nada, en ambos la preocupación está en la obtención de los votos.

Los gobiernos impulsados por López Obrador en Chiapas fueron francamente malos. Las estadísticas así lo demuestran y los indicadores de pobreza y de desigualdad social no sólo no disminuyeron sino que se incrementaron, con el agravante, de que entre esos años –el 2000 y el 2012-, se destinó un presupuesto superior a los 500 millones de pesos para la entidad.

Para Andrés Manuel, Chiapas significa un importante depósito de votos en la lucha para la presidencia, así fue en su momento para el PRD y así se espera que sea en el 2018 para su partido MORENA. Paradójicamente esa es la misma lógica que prevalece en el PRI sobre Chiapas, que sólo es concebida como su reserva de votos.

Pero la relación de Chiapas con AMLO no es recíproca. Mientras Chiapas cumple en darle votos, López Obrador no se preocupa de los resultados de los gobernantes que él impulsa. En este sentido, no se puede pasar por alto, que las mayores desgracias de los chiapanecos se debe al infortunio de los dos gobiernos de “Izquierda” que hubo en el Estado del 2000 al 2012.

Todo esto viene al caso, por el interés que se ha despertado en torno a la candidatura de MORENA para la gubernatura de Chiapas; partido que se considera va a ganar la entidad y la presidencia de México. Sin embargo, hasta ahora los aspirantes a la gubernatura no han mostrado su aporte de votos hacia MORENA y ni siquiera poseen una estructura electoral que garantice un triunfo arrollador de AMLO en la entidad.

En términos claros, sólo hay dos estructuras electorales en la entidad: una, la que construyó el gobernador, que aparentemente va a estar al servicio del partido verde y sus satélites; y la otra estructura electoral es la del PRI, que se puede resquebrajar si existe una ruptura en ese partido, por el rechazo que existe hacia la figura de Roberto Albores Gleason.

De allí que se considere poco probable que vaya a haber definición en torno a la candidatura de este partido, en la próxima visita de AMLO a Chiapas el 19 de febrero; sobre todo porque aún falta conocer hacia dónde se va a inclinar la estructura del gobernador, que representa un millón de votos, y falta que los priistas definan su futuro político, que aún poseen un voto duro cercano.