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¿AMLO es indestructible?

Editorial
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En los largos años de campaña política Andrés Manuel López Obrador construyó el mito que con  su honradez, su calidad moral y el apoyo del pueblo era indestructible y esa visión la sigue manteniendo en el ejercicio presidencial, en donde su coraje, sus odios y opiniones, busca convertirlas en una opinión nacional. Sin embargo, al interior de esa visión de que es indestructible, nace otra consideración, que AMLO se autodestruye. Así pasó cuando iba adelante en las encuestas en las elecciones del 2006, cuando le gritó al presidente Vicente Fox, “Cállate chchalaca”, y su triunfo electoral se fue a la borda.

Esta historia del AMLO que se autodestruye la estamos viviendo en estos momentos con el pleito personal contra el periodista Carlos Loret de Mola, que lo convirtió en un asunto de Estado, al plantear que las instituciones del Estado investiguen sus ingresos y persigan a este periodista, criminalizándolo y hacerlo víctima del presidente. Con ello lo único que logró es que muchos sectores nacionales e internacionales se solidaricen con Loret de Mola a quien convirtió en un perseguido del régimen.

AMLO, en su ira en contra de éste y otros periodistas que critican su gobierno, utiliza argumentos jurídicos que son insostenibles, pero que él los convierte en jurisprudencia, como si tuviera facultades para legislar y dictar sentencias al mismo tiempo, competencias que son exclusivas del poder legislativo y del poder judicial. Él habla de un derecho de réplica, el cual es falso, en virtud de que el presidente lo que tiene son obligaciones constitucionales de respetar, proteger y garantizar la libertad de expresión y más, porque los derechos humanos son de la población y no de los representantes del Estado, sobre todo porque los derechos humanos se desarrollan para limitar las arbitrariedades del Estado y sus agentes. Ayer, en su mensaje en contra de sus críticos dice que le asiste la legítima defensa, argumento que aparte de falso, lo convierte en un intolerante a la crítica, pero a la vez, en algo peor, mostró una firme intención de destruir a los que él considera que ya son sus enemigos utilizando el poder del Estado.

AMLO ya entró en esa fase característica de su vida en el que se autodestruye y al autodestruirse, afecta el proyecto presidencial que encabeza, autodenominado la Cuarta Transformación, pero en el que después de tres años de gobierno no queda claro qué es lo que se quiere transformar ni con qué se va a transformar y mucho menos qué es lo que lo va a sustituir al anterior régimen. En la autodestrucción de AMLO, está en riesgo su popularidad y en riesgo el apoyo del pueblo, al que él siempre convoca, al erigirse en el defensor del pueblo.

En este proceso de autodestrucción, AMLO convirtió un asunto familiar en un asunto de Estado, situación que va a originar un AMLO más colérico, con excesos de poder, con discursos de odio, con la criminalización a sus críticos y cometiendo muchos delitos y violaciones a derechos humanos.