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La necesidad del retorno a la política

Editorial
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La disputa política que hay en este momento en el país ha creado una división en la población y ha profundizado el antagonismo a tal punto, que las diferencias se plantean como irreconciliables. Los seguidores del presidente López Obrador se proponen la destrucción de los grupos opositores y estos grupos se hicieron el propósito de derrotar al presidente. Lo paradójico es que en torno a esta disputa se ha construido un discurso a favor de la patria y unos acusan de antipatriotas a los otros, en el que incluso se recuperan pasajes de la historia para estigmatizar a la oposición y ligarlos al proceso de la lucha que se vivió en el país en contra de la intervención extranjera.

En esta disputa se ha perdido el arte de la política, que se constituye sobre el propósito de construir acuerdos, en donde la negociación es un principio fundamental para construir esos acuerdos. En este sentido, la política está siendo sustituida por la violencia, en sus distintas manifestaciones, en donde no cabe el acuerdo, debido a que el propósito es la destrucción del enemigo.   La táctica que se ha seguido desde el púlpito de la conferencia mañanera del presidente de la república ha sido la de combatir a sus adversarios, a partir de las propias convicciones del presidente, y no a partir de una definición de lo que se considere el bien común para la sociedad mexicana.

El mayor conflicto en este momento es que el juego de la política está ausente. Lo que hay es una intención de imponer una visión en tono de amenazas y desacreditación, que condujo a la imposibilidad de impulsar los proyectos del presidente, en donde no necesariamente los proyectos del presidente son los más útiles para beneficiar a la nación. De esta forma, la política, que ha sido definida como el arte de lo posible se convirtió en una forma discursiva de lo imposible, que puede conducir a mayores condiciones de violencia.

El presidente ha fustigado a sus adversarios y los está uniendo como oposición. Ha sido persistente en señalar que la oposición está moralmente derrotada y en ocho días la oposición ha celebrado lo que considera dos derrotas del presidente: los resultados de la votación en el que se buscó la ratificación del presidente, en el que sólo votó 18% de la población, y el día de ayer, en que la reforma eléctrica impulsada por el presidente fue derrotada en la Cámara de Diputados.

Esta situación vino a vigorizar a una oposición “moralmente derrotada”, que se dio cuenta que puede derrotar al presidente. Esto, en un análisis objetivo, representa una evidencia  de que la política del antagonismo resultó equivocada. Sobre todo, porque resulta más que obvio de que se requiere de un rival o de un contrincante para poder jugar, por eso no se puede partir de la idea de destrucción del adversario, pues te quedas sin el referente necesario.

Continuar con la política del antagonismo representa el símil de la guerra y en esa tesitura se pierde el interés del bien común para la sociedad, porque en una guerra todos pierden. Lo razonable es regresar a la política como el arte de construir acuerdos, pero todo parece indicar que el camino presidencial va a ser la de fustigar a sus adversarios sin darse cuenta que con ello se están cerrando las posibilidades para sacar adelante su proyecto.