El día del presidente

Editorial
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Hoy es el Cuarto Informe de gobierno del presidente López Obrador. Este día fue considerado desde el antiguo régimen como el día del presidente, en el que los distintos sectores de la sociedad le rinden pleitesía al presidente. Estos actos que se creían desaparecidos con la derrota del PRI, ha sido revivido por el presidente, que se asume como el Gran Tlatoani, quien decide los destinos del país, sin importar si las decisiones que toma son las más adecuadas para el rumbo del país y no sólo para sus seguidores, que no aceptan ninguna crítica al desempeño presidencial, aún y cuando sea evidente el incumplimiento y cambio de rumbo de lo que el presidente predicaba en campaña.

El movimiento obradorista es un movimiento electoral y no así un movimiento político que logre enraizarse en la sociedad y que permita construir gobierno a largo plazo. Esto se debe fundamentalmente a que López Obrador nunca se planteó construir nuevas ciudadanías, reflexivas, lúcidas, conscientes de la realidad y con la libertad de expresar su opinión sin importar que ésta sea divergente, lo que permitiría construir el sujeto social capaz de enarbolar el cambio y reproducirlo.

En lugar de un ciudadano, López Obrador lo que se propuso es construir un electorado con las características de una feligresía, que le sea leal y que repita sin la reflexión debida el discurso político que impone el líder. Por eso en el obradorismo no se acepta ningún tipo de cuestionamiento y mucho menos se fomenta la crítica ni la práctica de la autocrítica.  Esto significa que es un movimiento excluyente, en donde solo caben los seguidores leales y que repiten las ideas y el discurso de López Obrador.

Todo el discurso obradorista  está pensado para ganar elecciones. Así fue cuando disputó por primera ocasión la gubernatura de Tabasco en 1988 y luego en 1994. Este pragmatismo fue más evidente cuando de la mano de Cuauhtémoc Cárdenas  es electo como presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en donde desplazó a la militancia de ese partido para los cargos de elección popular a las gubernaturas e incorporar a tránsfugas del PRI como candidatos, lo que le permitió ganar las gubernaturas de Zacatecas, Tlaxcala, el Distrito Federal y luego Chiapas con una amplia alianza de partidos. En el 2000, él mismo gana la jefatura de gobierno del Distrito federal, donde crea presupuestalmente su base electoral a través del reparto de dinero de los programas sociales a la población.

En los años 60, y particularmente en los 70 y 80 se crea en México un amplio movimiento de masas, que impulsa la democratización del país. Se formó La Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA); La Coordinadora Nacional de los Pueblos Indígenas (CNPI), La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE); el Frente Nacional Contra la Represión (FNCR) integrado por más de 100 organizaciones de masas. Esta etapa del movimiento fue importante para enfrentar las políticas económicas de los gobiernos del PRI y en el que se exigía aperturas a la práctica democrática. En toda esta etapa de lucha social, Andrés Manuel López Obrador no estuvo presente, nunca participó en este importante proceso, que derivó en la lucha política electoral de 1988 con el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. En la que por cierto tampoco participó López Obrador.

AMLO aparece en la escena opositora al régimen del PRI, en las elecciones a la gubernatura de Tabasco de 1988, después de que se reconociera el triunfo fraudulento de Carlos Salinas de Gortari en la presidencia. Y a partir de las dos derrotas electorales desarrolla la idea de un partido en movimiento, que va a contrastar con las visiones de Cuauhtémoc Cárdenas que planteaba el antidialoguismo y con la visión de la transición pactada encabezada por Porfirio Múñoz Ledo.

Antes de ganar la presidencia AMLO recorrió varias veces el país, pero siempre lo hizo con una idea electoral, de ganar elecciones, y no con el propósito de construir un nuevo ciudadano que se constituyera en el sujeto social del cambio. En los 4 años que lleva este gobierno, no ha existido el mínimo interés de plantearse la necesidad del nuevo ciudadano, es más, en la discusión de los programas educativos no existe la preocupación de nuevas ciudadanías.

La preocupación del ciudadano tiene que ver con dos problemas básicos de la sociedad mexicana: uno, que la democracia no puede construirse sin el ciudadano y la otra, es que la presencia de un ciudadano que participa, que discute, que reflexiona y que toma decisiones, se contrapone al predominio de una persona o de una figura simbólica como el presidente de la república, que decide el destino de todo el país, sin contrapeso alguno.

Hoy en el Cuarto Informe de gobierno se prevé que el presidente le hable a la feligresía pero así a la nación mexicana.