El gobierno del saldo blanco

Editorial
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La presencia de la delincuencia organizada se hace más fuerte cuando el Estado se vuelve más débil o asume una actitud de indiferencia, como sucede en Chiapas, en donde la delincuencia organizada empieza a sustituir el papel del Estado en algunos puntos del territorio –Frontera Comalapa, Pantelhó, Pueblo Nuevo, San Juan Chamula, San Cristóbal, Jiquipilas, Coita, Berriozábal-  pese a que el gobierno de Rutilio Escandón mantiene el discurso de saldo blanco en delitos de alto impacto, lo que ya se toma a burla, pues a ojos de la población, resulta irreal el discurso del gobernador, pues el número de enfrentamientos entre grupos de la delincuencia organizada y el número de ejecuciones en la entidad se ha incrementado a partir del actual gobierno.

Por eso resulta contradictorio el discurso de que en Chiapas no existen los niveles de violencia ocasionada por los enfrentamientos entre grupos delincuenciales, como se presentan en otros estados de la república. Esta apreciación es imprecisa, porque en San Cristóbal ya se percibe este ambiente de violencia y de amenaza de los grupos delincuenciales. Además, en las ciudades importantes de Chiapas se puede comprar  con gran facilidad en las calles grapas de drogas, lo que denota la impunidad con la que se mueve el narcomenudeo en la localidad. Y no se puede obviar que Chiapas continúa siendo un paso del tráfico internacional de droga, de tráfico de personas, de trata y cada vez más se siente la presencia de la delincuencia organizada tanto en los municipios fronterizos como en las principales ciudades del estado.

La delincuencia organizada no es reciente en la entidad, tiene varias décadas pero existía un pacto para que la plaza no se incendiara por ser área de trasiego y todos los grupos mantenían el interés del orden para poder transportar la mercancía, por eso durante años no se vivieron los enfrentamientos como sucede en otras entidades. En este sentido la paz aparente que se tradujo en seguridad nunca fue producto de la eficacia de los cuerpos policiales ni por el trabajo de la procuraduría sino a la hegemonía de un grupo de la delincuencia organizada, que cuidaba la plaza e impedía el desorden o la guerra  entre los grupos.

Sin duda Chiapas mantiene mejores índices de seguridad que otras entidades de la república, pero esto está en proceso de ruptura simple y sencillamente porque el gobierno de Rutilio Escandón no ha sabido mantener el pacto entre los grupos y la plaza empieza a vivir enfrentamientos y masacres callejeras.

Las dos entradas fronterizas, de Tapachula y la mesilla, viven niveles de violencia que debieran de alarmar al Estado y tomar medidas adecuadas y eficaces, porque está rota la paz y los enfrentamientos entre los grupos son cada vez  más abiertos y peligrosos.  Pero esta situación de alarma no parece importar al gobierno estatal ni al gobierno federal, que han permitido el crecimiento de la delincuencia en los municipios y con ello el ahorcamiento de los gobiernos municipales, como sucede en estos momentos en San Cristóbal de Las Casas, Frontera Comalapa y Pantelhó.