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Por una vida libre de violencia

Editorial
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El gobierno de la 4t, que se autonombra como el de la transformación, mantiene un desencuentro con el movimiento de las mujeres, que representa en este momento, una real resistencia hacia un gobierno que se proclama como protector de las mujeres, pero en el que se mantiene la impunidad ante los feminicidios. El grito de justicia, justicia, que se escucha en todas las marchas de mujeres en el país no deja dudas. Ahora no se puede señalar, como lo ha hecho este gobierno, que solo es un grupo de mujeres a quienes se les ha buscado estigmatizar por violentas sino que son decenas de miles de mujeres, particularmente jóvenes, que salen a protestar por la falta seguridad que se vive a diario y por la creciente violencia que hay en el país, en donde 12 mujeres son asesinadas cada día.  

La cifra de 4 mil feminicidios del año pasado evidencia que no se han tomado las medidas preventivas para proteger a las mujeres y garantizar una vida libre de violencia, y como consecuencia de ello, se siguen cometiendo los horrendos crímenes en contra de las mujeres. Lo grave e indignante de muchos de estos crímenes es la impunidad con que se realizan, por la falta de una investigación con la debida diligencia y porque la fiscalía en todas las entidades del país ya asumió como patrón declarar que muchos de estos feminicidios fueron suicidios y se da carpetazo a la investigación, aún y cuando existe jurisprudencia, que aún y cuando en realidad sea un suicidio se tiene que investigar, en virtud de que el suicidio puede representar la expresión extrema de la violencia y por lo tanto se tiene que clasificar como feminicidio

En realidad, muchos de estos feminicidios son investigados por la autoridad, debido a la presión social de los familiares y la participación de estos grupos de mujeres que se movilizan y protestan y obligan a la autoridad a que se investigue. Situación que profundiza las diferencias entre estos grupos con las fiscalías, por las formas en que se procura la justicia en el país, que tiende a reproducir los patrones de impunidad y a encubrir estos crímenes.

En las marchas del 8 de marzo realizadas en años anteriores así como las que se van a realizar en este día, sobresalen dos lecciones que debemos de aprender: una, la profundidad que tiene el significado de justicia, justicia, que muestran las fallas no solo de un sistema judicial sino de la propia convivencia en la sociedad. La otra, es que la mayoría de las manifestantes son mujeres jóvenes, que irradian luz y esperanza, a quienes el Estado no les está garantizando condiciones de seguridad, ni una vida libre de violencia.

Las fallas del sistema son muchas, lo que obliga a las mujeres a salir a las calles a protestar para exigir justicia. Esto, en lugar de críticas a las forma de esta protestas debiera de generar indignación, pero vemos cómo desde el gobierno se insiste en crear estigma a las legítimas protestas del feminismo.

El desencuentro de los distintos grupos de mujeres con el gobierno, en lugar de subsanarse se polariza, y hoy, con mucha claridad se observa que el movimiento social más crítico y distante a la promesa de la transformación del país, es la protesta de las mujeres, que inunda las calles con el grito de justicia y de esperanza.